jueves, 1 de agosto de 2024

San José presente en la vida íntima de nuestro pastor diocesano

 


Fernando G. Castolo


Lo que no se ha comentado es que Monseñor Don Herculano Medina Garfias nació y creció en un pueblo donde se ama a San José de forma especial. Ciudad Hidalgo, antigua Taximaroa, en el estado de Michoacán, fue fundado por misioneros franciscanos (igual que Zapotlán) hacia 1531.



Ahí, los misioneros edificaron, con ayuda de los naturales, un templo dedicado a San José; de ahí que, en viejos documentos del siglo XVII, se le conozca a la población como "San José Taximaroa" en relación al santo patrono del lugar.





El primitivo Convento, iniciado a finales del siglo XVI y concluido en el siglo XVII, aún se conserva, aunque con algunas modificaciones. Posee todavía, en el bautisterio, una enorme pila bautismal de dos metros de diámetro por un metro de altura, la cual presenta labradas en relieve al estilo tequitqui figuras de querubines; al igual que la hermosa pila bautismal que rescatara el Padre Munguía y que se conserva en el patio trasero del templo parroquial de El Sagrario. Existen muchas similitudes entre el pueblo nativo de Su Excelencia con este de Zapotlán que es sede de la Diócesis guzmanopolitana.


La devoción a San José viene tatuado en el espíritu evangelizador de nuestro quinto Obispo y, por ello, su estancia no puede ser del mayor gusto en esta población y en estos lares. Los inicios de Zapotlán fueron michoacanos y en Ciudad Hidalgo celebran al Patriarca Santo. No cabe duda que la presencia divina es fortaleza en la tarea misionera de nuestro Pastor Diocesano.


*Historiador e investigador.





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