jueves, 22 de agosto de 2024

¡La tradición continúa!


 

Fernando G. Castolo


La regia herencia que se deposita en las manos de los descendientes, siempre cosechará sus mejores frutos, porque, dicen, que lo que bien se aprende, nunca se olvida. Así, don Francisco Villanueva Arias legó altivos valores que han seguido sus hijos y sus nietos, tanto en el desarrollo personal, como profesional. Pero, ¿quién fue este personaje que logró trascender a base de esfuerzo, disciplina y honradez? Hijo de don José Francisco Cipriano Cornelio Villanueva Guerra ―quien fuera Presidente Municipal en 1912― y de doña María Eufrasia Virginia de los Dolores Arias Villanueva ―hija del hacendado Rafael Arias Lambarena―, nació en esta ciudad el 24 de abril de 1906.


A pesar de su buena cuna, don Francisco fue un personaje que se forjó un nombre propio a base de su trabajo. Muy joven, en el año de 1932, partió hacia Veracruz, donde colaboró como inspector de alcoholes para varios ingenios diseminados en el territorio estatal y en donde aprovecharon sus conocimientos especializados en la elaboración del proceso industrial del alcohol, actividad que la familia tenía en la Hacienda de La Higuera (en Pihuamo, Jalisco).


Para 1938, después de seis años, se traslada a radicar a la Ciudad de México donde trabajó en una empresa que elaboraba botellas de vidrio. En la casa donde le daban asistencia conoció a una joven profesional de la medicina con la que, más tarde, contraería nupcias. Se llamaba María de los Ángeles Verduzco Robles. La boda se verificó en la ciudad de Guadalajara, de donde ella era nativa, el 4 de mayo de 1944. Aún en la Ciudad de México, un buen día de 1948, decide vacacionar en su natal Zapotlán y, en ese momento, su hermano Arturo le dice que se quede a trabajar en los negocios de la familia. Y así lo hace.





Se suma a Arias y Villanueva, donde su madre era la socia mayoritaria. La prestigiosa casa comisionista comercializaba varios productos, sobre todo los que emanaban de la Hacienda de La Higuera; pero, también, tenían a la venta gasolina para los escasos vehículos que ya circulaban en la región. Con su visión y con el apoyo de sus hermanos ―tanto del citado Arturo, como de Alfonso―, hacia 1956, inauguran la segunda gasolinera de la ciudad, en un local ex profeso, en la orilla sur de la mancha urbana.


Este expendio de gasolina adquirió el nombre de Servicio Villanueva a partir de 1968 y, por muchos años, fue líder en el mercado por la calidad y la calidez de don Francisco, quien se entregó en cuerpo y alma en mejorar esta empresa que la hizo suya a partir de 1984, con la ayuda y el respaldo de sus hijos. Hoy, después de casi un siglo, el ejemplo de don Francisco pervive en la sangre de su sangre y, como un humilde homenaje, sus descendientes sigue ennobleciendo a esta tierra, en la que don Francisco Villanueva Arias logró que la trascendencia de su vida y de su obra se evidencie en cada acción que ha permitido que en su familia se exprese el orgullo de decir que… ¡la tradición continúa!





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