Jesse Martínez
La guerra en Ucrania se extiende ya por más de dos años, lejano ha quedado aquél febrero de 2022, cuando Moscú se decidió a intervenir en defensa de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk. Desde entonces, ha habido distintos movimientos en los frentes, idas y vueltas con un elevado costo de vidas para ambas partes, un desgaste que recuerda más a la Primera Guerra Mundial que a un conflicto del siglo XXI.
Sin embargo, durante este 2024, empezó a ser más evidente el agotamiento ucraniano; el fracaso de la gran ofensiva de 2023, las limitaciones en recursos humanos para la guerra, el recorte en la ayuda económica y militar de parte de Occidente. Estos factores empezaron a tener un peso enorme que, combinado con el incremento de la maquinaria de guerra rusa, empezó a mover lenta, pero incesantemente, las líneas ofensivas en favor de Rusia.
Así, en dicho escenario y fuera de todo pronóstico, Volimir Zelensky presidente de Ucrania decide lanzar una invasión al mismísimo territorio ruso; el objetivo, el óblast de Kursk. Esta región tiene una altísima carga simbólica para el pueblo ruso, ya que fue ahí donde el III Reich tuvo su primera gran derrota y marcó el inicio del imparable avance del Ejército Rojo hacia Berlín. El hecho de que Ucrania haya decidido entrar en esta región (y no en otra) pretende dar un golpe anímico al pueblo ruso y a la narrativa del presidente ruso Vladimir Putin. Además, es importante agregar que dicha invasión ha tenido un éxito aceptable dentro de lo que cabe, es decir, de alguna manera ha puesto en jaque a Moscú y ha obligado al Kremlin a atender un problema extraordinario.
En lo militar, la invasión de Ucrania a Kurks no tiene mucho futuro, su avance es marginal y conforme avanzan los días se vuelve más lento y costoso. No se trata sólo de penetrar en territorio enemigo a profundidad, sino de consolidar las conquistas con líneas defensivas y cadenas logísticas de suministro estables, lo cual representa un gran esfuerzo y desgaste para Ucrania. A la larga, dicha invasión será insostenible y su resultados militares nulos. Pero como acertadamente señaló Clausewitz: “La guerra es una prolongación de la política”. Y es precisamente que esta invasión tiene una intención política más que militar; primero, es gesto de fuerza a para que Occidente siga apoyando a Ucrania; segundo, pone en duda las afirmaciones de Putin respecto al dominio y control ruso del conflicto; tercero, genera desconfianza entre los aliados de Rusia y la hace ver vulnerable. Es decir, si bien esta maniobra militar no le brinda a Ucrania posibilidades reales de victoria, sí le da a Zelensky cartas políticas para buscar negociaciones más ventajosas o una mayor ayuda de sus aliados. Aunque, pese a lo anterior, no deja de ser una maniobra desesperada.
Antes de avanzar, es fundamental recordar que oficialmente Rusia no está en guerra, lo que está llevando a cabo es una Operación Militar Especial. Pero de manera legal Rusia no está usando ni todo su poder, ni todos sus recursos disponibles que tendría a su disposición en un conflicto abierto y a gran escala. Es en este punto donde la invasión de Ucrania al óblast de Kursk podría tener su mayor repercusión: que Putin se decida finalmente a declarar la guerra a Ucrania.
Si bien todavía la invasión está en marcha y los acontecimientos desarrollándose, se puede concluir lo siguiente: Putin se ha convencido de que la negociación y una salida pacífica no es viable; que mientras Kiev sea gobernada por la línea política de Zelensky con apoyo de la Occidente se tendrá una amenaza real para Rusia; y finalmente, que Moscú debe estar preparada para una confrontación con Occidente.
Ucrania no tiene salida, puede resistir y prolongar su derrota y seguramente así lo hará, pero en esa dirección buscará modificar la lógica del conflicto y apostar a una mayor escalada para que Occidente se involucre más, incluso que entre en guerra con Rusia. Recordemos que a principios de años Francia y Polonia planteaban enviar soldados a Ucrania. De esta manera tenemos una combinación explosiva, una Ucrania desesperada, ansiosa de refuerzo Occidental y una Rusia cada vez más exasperada y dispuesta a usar su máximo poder. Para finalizar, es muy probable que el punto de ebullición llegue antes de las elecciones en EEUU, pues el nuevo presidente podría tomar una nueva orientación de Washington en la guerra e influir directamente en su conclusión.
Buen análisis. Muy general y claro. Saludos al escritor
ResponderBorrar