domingo, 25 de agosto de 2024

Capitalismo injerencista y desatinado



Pedro Vargas Avalos



Las diferencias de Estados Unidos de Norteamérica y la nación mexicana, han sido proverbiales. Desde que nuestra Patria logró su independencia, el vecino del norte se mostró intervencionista.



Basta recordar los inicios de la relación entre mexicanos y estadounidenses, para darnos cabal cuenta de lo difícil de esos lazos. Lo más remoto fue trágico: el Padre Hidalgo, estando en Guadalajara, el 13 de diciembre de 1810, nombró al guatemalteco que estaba en nuestra Perla Tapatía, Pascasio Ortiz de Letona (1785-1811) como plenipotenciario para acudir a los Estados Unidos con el fin de “tratar, ajustar y arreglar una alianza ofensiva y defensiva, tratados de comercio útil y lucroso para ambas naciones y cuanto más convenga a nuestra mutua felicidad, accediendo y firmando cualesquiera artículos, pactos o convenios conducentes a dicho fin”. En camino a cumplir su misión, este proto-embajador fue apresado por los realistas y enviado a la capital del virreinato; previendo su fatídico final prefirió suicidarse en enero de 1811. Insistente, el iniciador de la guerra de independencia nombró a otros personajes, -Ignacio Aldama y Fr. Juan de Salazar- quienes también se frustraron en su intento pues ni siquiera salieron a su destino. Enseguida designó Hidalgo al tamaulipeco Bernardo Gutiérrez de Lara, quien, si arribó a Washington, pero su recepción y apoyo solo buscaba anexionarse territorio mexicano, por lo que, tras varias peripecias, se frustró la encomienda: en jocas palabras, jamás nos ayudaron lealmente los norteamericanos para lograr nuestra independencia.


Con lo anterior se acredita no solo lo dificultoso de los vínculos de México con Estados Unidos, desde su inicio, sino que los anglosajones norteños siempre han ambicionado sacar provecho de toda relación, pues los gringos siempre han demostrado que honorabilidad y capital son discordantes. El primer embajador yanki en México fue Joel R. Poinsett, quien había coadyuvado para adoptar la política de “América para los americanos” y luego, en 1822 con la ayuda del traidor Santa Anna, estuvo en la capital azteca como agente secreto con “instrucciones no escritas para ensanchar por cualquier medio que encontrara el territorio norteamericano a costa del mexicano”. Así deambuló entre los mexicanos hasta que el uno de junio se le nombró embajador plenipotenciario por John Quincy Adams. Introdujo la masonería del rito yorkino, agitó a los políticos mexicanos, propuso comprar territorio nacional y finalmente, en 1829 fue expulsado por su intervencionismo. (Memoria Política de México, Biografía de J. R. Poinsett por Dora Alicia Carmona).





Por lo anterior, es que se justifica el punto de vista del filósofo irlandés (1947) John Holloway, al calificar al capitalismo tipo USA, como “La lucha de los poderosos es para separar”, en tanto la nuestra es para unificar. Dentro de tal lineamiento, es ahora la participación no pedida del embajador de los Estados Unidos de América en México desde septiembre de 2021, Ken Lee Salazar, quien fue secretario del interior en su país del año 2009 al 2013 con el presidente Barack Obama.


El contexto es que están como tema candente nacional, las reformas que el primer mandatario Andrés Manuel López Obrador envió al Congreso desde el 4 de febrero de este año. Entre las más destacadas iniciativas resalta la del poder judicial. Esta propuesta no tiene nada de extraña, puesto que busca ajustar los tres poderes constitucionales, al principio fundamental sostenido por nuestra Carta Magna en su artículo 39: que la soberanía radica en el pueblo, que todo poder público dimana de él y se establece para su beneficio, pudiendo la población (la ciudadanía) variar en cualquier tiempo la forma de gobierno.


Todo mundo está de acuerdo en que nuestro sistema judicial es anacrónico, corrupto en general y no cumple los principios legales de prontitud y gratuidad. Que está integrado por clanes que, con familiares y recomendados, lo tienen cautivo. Y que gozan de tales privilegios, que ni el mismo presidente de la república los tiene, comenzando con los altos ingresos y múltiples prestaciones que reciben, las cuales, por lo exageradas, resultan impúdicas y ofensivas para los mexicanos. Finalmente, en ese poder, comenzando con los jueces y acabando con los ministros de la Suprema Corte, su conducta oficial es contraria al espíritu constitucional, a la austeridad republicana y a la honradez intelectual. Por ello, sus defensores son los que ahora se significan como opositores al régimen: políticos derechistas, los empresarios -nacionales y extranjeros- que han sido obligados a pagar impuestos, los burócratas que disfrutan canonjías y no admiten se les quite; los comentócratas, ahora desahuciados del presupuesto y los apapachos gubernamentales, etc.





En tales circunstancias, el pasado jueves 22, en conferencia de prensa, el señor Ken Salazar, expuso: la reforma judicial que auspicia el mandatario López Obrador presenta un “riesgo” para la democracia de México y “amenaza la histórica relación comercial que hemos construido”. Luego agregó: podría “hacer más fácil que los cárteles y otros actores malignos se aprovechen de jueces inexpertos con motivaciones políticas”, y además, “creará turbulencia” a nivel económico y político durante años.



Las medidas, conjetura el metiche señor Salazar, le permitiría prácticamente a cualquiera que tenga un título en Derecho y unos pocos años de experiencia en la abogacía, convertirse en juez a través del voto popular. Reconoció el diplomático estadounidense, que extirpar la corrupción del sistema judicial de México no es una mala idea, pero la elección no lo logrará, expresando su profunda preocupación por que los jueces sean elegidos por voto popular, pues según aseveró, por experiencia sabe que ese sistema no da resultados. Todo lo anterior, lo hizo dizque para colaborar con México. Atinadamente replicó el espació de un diario: Si ese es el espíritu, mejor que no colabore el señor embajador. (La Jornada, La Rayuela, 24 agosto 2024).


Por su lado, el titular del poder ejecutivo federal manifestó: Durante muchos años…en Estados Unidos aplica una política injerencista en toda América, desde que definen lo de la doctrina Monroe y sostienen que América es para los americanos, entendiendo que América es Estados Unidos de América, “Y ellos decidían sobre las políticas en los países del continente: ponían, quitaban presidentes a su antojo, invadían países, creaban nuevos…(forjaban) protectorados”. Enseguida narró AMLO los zarpazos de que México ha sido víctima, y como después de la revolución, cambió la táctica estadounidense para intervenir en nuestro país: sostuvieron no hacía falta invadir ni disparar un tiro, todo sería cosa de que adoctrinaran a los jóvenes mexicanos ambiciosos en las universidades de Estados Unidos. Y se cumplió la estrategia, la profecía, porque allá estudiaron… varios presidentes de la época neoliberal, los cuales impulsaron reformas estructurales privatizadoras para transferir, trasladar los bienes de la nación, del pueblo de México a particulares, nacionales y extranjeros; …esa política neoliberal, neoporfirista, antipopular, entreguista, nos llevó a una tremenda crisis, a una decadencia.


Como respuesta a lo antedicho, “los mexicanos, … un pueblo con tradición de lucha por la justicia, por la libertad, por la independencia, por la soberanía, dijo ‘basta’ y se inició esta nueva trasformación”. Es decir, la Cuatro T y se efectúa “lo que establece el artículo 89 de nuestra Constitución: hacer valer de que México es un país independiente y soberano, que estamos a favor de la no intervención, de la autodeterminación de los pueblos, de la solución pacífica de las controversias y de la cooperación para el desarrollo”. Por ello, lo realizado por el embajador, fue una “falta de respeto a nuestra soberanía, …una declaración desafortunada, imprudente”, misma que ocasionó se enviara una nota de extrañamiento al gobierno de Biden. (Mañanera, 23 agosto 2024).





Al respecto, el canciller virtual Marcelo Ebrard, expresó tajante que las reformas en comento, de ningún modo afectarán el tratado de comercio con Estados Unidos y Canadá, en tanto que la presidenta electa, Claudia Sheinbaum declaró: en 43 de los 50 estados de los Estados Unidos de América se eligen los jueces por voto popular, y en cuanto a la trasformación de la justicia federal, así lo mandató la ciudadanía el 2 de junio, por lo que “La reforma judicial que se está planteando es que al Poder Judicial lo elija el pueblo de México para que le rinda cuentas al pueblo de México”.


Como a la par del embajador norteamericano, también hizo su papelito desatinado el representante de Canadá en nuestro país, Graeme C. Clark, quien el mismo jueves 22 expuso que inversionistas canadienses le han transmitido sus preocupaciones sobre la reforma al Poder Judicial para elegirlo por voto, con lo que también se ganó su carta de extrañamiento, a nosotros como mexicanos, nos toca rechazar ese tipo de intervenciones, pues como enfatizó el presidente de la república, “no aceptamos injerencismos, no aceptamos que ningún representante de gobiernos extranjeros intervengan en asuntos que sólo nos corresponden resolver, dirimir, a los mexicanos”.




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