Adrián Gil Pérez
El 28
de mayo de 1900 ocurrió un eclipse total de sol. En Zapotlán el Grande, el 3 de
junio de 1900, Severo Díaz Galindo, comentó el suceso en el periódico “La Unión
Católica”, órgano informativo de la sociedad del mismo nombre, cuyo fundador
fue el Señor Cura Silviano Carrillo.
Severo
Díaz Galindo nació en Sayula, Jalisco, el 8 de noviembre de 1876; fue ordenado
sacerdote el 9 de septiembre de 1900; y de 1895 a 1903 impartió física y
matemáticas en el Seminario Auxiliar de Zapotlán el Grande. Cuando Severo Díaz
tuvo esta participación periodística, intitulada “la observación del eclipse
total de sol”, contaba con 24 años de edad y estaba a tres meses de ser
ordenado sacerdote. El periódico “La Unión Católica”, el 16 de septiembre de
1900, difundió “El domingo pasado [9
de septiembre de 1900] recibieron el
Sagrado Orden del Presbiterado en la capital de esta Arquidiócesis [de
Guadalajara], diecinueve jóvenes, entre los cuales se cuentan los señores
Ambrosio A. Calvario, Severo Díaz, Antonio Solórzano, Everardo Pérez, Atanasio
Figueroa y Juan Díaz Castro, alumnos que fueron de este Seminario Conciliar [de
Zapotlán].
El
texto de Severo Díaz, comentando el eclipse total de sol de mayo de 1900, desde
su perspectiva de observación en Jalisco, está aderezado con un lenguaje
literario y reconociendo la omnipresencia divina, constante a lo largo de su
vida. Entonces indicó:
“Obedeciendo a los cálculos astronómicos
vimos al astro rey opacar sus fulgentes resplandores y comunicar a la
naturaleza en tinte de melancolía que revela la importancia vivificadora de esa
luciente antorcha, bajo cuya dependencia se encuentra hasta el hombre mismo
para quien ha sido colocado en el firmamento por la omnipotente mano del
Creador. Afortunadamente estos fenómenos sólo duran unas pocas horas y vemos
entonces suceder a la tristeza la dulce alegría de ese foco vivificador. Con
razón los seres inconscientes resienten en su organismo la anomalía de sus
funciones vitales, las bestias se esconden en sus madrigueras, y hasta el
hombre civilizado paraliza su acción para entregarse a la contemplación de tan
sorprendentes hechos.
Por comisión del Central seguimos
minuciosamente la marcha de las temperaturas en el curso del fenómeno y creí
conveniente participar el resultado parcial de mis observaciones, reservándome
para exponer después lo que la discusión de todos nos traiga de nuevo para la
ciencia. Antes de salir el sol el termómetro acusaba 16 grados, luego que salió
se reveló un ligero ascenso, y entre 6 h. 15 m. y 6 h. 20 m. se produjo una
notable mínima que fue periódicamente ascendiendo hasta el fin que se marcó 30
grados.
¿Qué nos revela este hecho? ¿es
cierta la existencia del “sol interior[“] a cuyas radiaciones caloríficas están
independientes de las magníficas radicaciones luminosas que son las más
evidentes?
La ciencia moderna dirige
actualmente sus escrutadoras miradas al astro rey, de donde toma
importantísimos datos para la predicción de notables cambios atmosféricos; y ya
de las manchas, ya del magnetismo terrestre íntimamente ligado a él, deduce
teorías más o menos probables de aplicación práctica en la meteorología. Puede decirse que la dinámica de la
atmósfera, está íntimamente ligada a la dinámica del sol, y de aquí el empeño
de querer encontrar esa misteriosa clave, futura reveladora de la ciencia
previsora del tiempo.
Ya el inmortal Fraunhofer [inventor del espetroscopio] con la producción nítida de un espectro
solar, había reparado la triple radiación solar, luminosa, calorífica y
química; pero ha sido necesario más de medio siglo para venir a comprender que
el sol nos ha engañado por más de muchos siglos haciéndonos localizar su poder
radiante calorífico en el mismo punto de su poder luminoso: el origen de los
rayos caloríficos está en el centro, en tanto que su foco luminoso lo es su
doble atmósfera. La localización de ese
centro radiante es lo que persigue actualmente la ciencia.
Por esto las manchas están en
relación directa con la cantidad de calor que emite el sol y que por esto
regulan el mayor o menor grado térmico de la atmósfera; y he aquí bosquejado
algo de ese cuerpo misterioso que a millares de leguas es el motor principal de
esas ondanadas de materia gaseosa que más veces patentes causan los temibles
ciclones de los océanos, otras bajo fecundante lluvia baña nuestros campos.
Que nuestros pequeños trabajos
lleven un grano aunque sea, a aumentar la masa colosal de los conocimientos
adquiridos, un ápice siquiera a los magníficos tesoros de ciencia regidos por
el trabajo perseverante de nuestros grandes hombres.
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