jueves, 13 de junio de 2024

México: dos ópticas


 

Víctor Hugo Prado

 

 

Morena y sus aliados obtuvieron un triunfo inobjetable, 35.9 millones de sufragios a favor de Claudia Sheinbaum, lo que la convertirá en la primera presidenta de México.  A decir de Ricardo Monreal en el Diario Milenio que se publica hoy, fue un maremoto electoral que supera al Tsunami de 2018. El mismo Monreal pregunta “¿Qué derriba este maremoto?” y se responde, “ante todo, un sistema de economía política de casi cuatro décadas. Pero también su correspondiente régimen de partidos y su sistema electoral-legislativo. Queda en pie, aunque bastante maltrecho, el sistema de procuración e impartición de justicia, al que le espera una cirugía mayor”.



Afirma él mismo que, el maremoto provocado “Tiene que ver con la situación económica del país al momento de la elección. En condiciones de casi pleno empleo, de control de la inflación, grandes inversiones por el nearshoring, salarios mínimos creciendo anualmente, remesas al alza, pensiones de retiro al cien por ciento y programas sociales que benefician a por lo menos un integrante en siete de cada 10 hogares, la microeconomía y la macroeconomía generaron un círculo virtuoso en el bolsillo de las y los mexicanos, como no se veía en décadas. Seis de cada 10 compatriotas votaron con la cartera o la bolsa del mandado en la mano”.  


Por su parte, Roberta Garza, en el mismo diario señala que “Si algo ha quedado claro es que hay dos países que se llaman México… indiscutible es que una mayoría contundente decidió que siguiera, en los hechos, la corrupción generalizada e impune, la militarización imparable, la capitulación ante el crimen, la opacidad, la mentira, la disfunción gubernamental, la crueldad enconosa, el deterioro institucional, la autocracia y la destrucción del Estado de Derecho.





Reafirma que “sin duda parte de ese México sufraga empujado por una precariedad que le hace preferir mil o dos mil pesos mensuales, constantes y sonantes, a la incierta apuesta por quienes prometen lo que tras décadas de engaños y decepciones suena como un imposible: una economía próspera y sistemas de salud y de educación funcionales y dignos. Es difícil culparlos, aunque se estén condenando, y a buena parte del país con ellos, a la miseria longeva y cruel que suele acompañar al populismo demagógico en el poder.


Ambas visiones tienen mucho de razón, y lo que viene es un ejercicio de gobierno, que debería construir no un segundo piso, también un tercero, sobre lo que probadamente esté bien en el país, tendrán que descubrirlo en el diagnóstico económico, político, social, cultural y ambiental, que los lleve a plantear los compromisos en el Plan Nacional de Desarrollo. Hay otras muchas áreas, me atrevo a decirlo, no hay planos ni cimientos, menos un primer piso para pensar en el segundo, entre ellos, el de la inseguridad.

 

 

 

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