jueves, 20 de junio de 2024

Más poder a Morena, ¿qué ganará el pueblo?


 

Homero Aguirre

 

 

Después de los resultados electorales que dieron el triunfo a Morena y sus partidos satélites en la elección por la presidencia de la República y en la mayoría de los puestos en disputa, la discusión pública ha girado en torno a dos temas: las causas del triunfo del obradorismo, que abordaré en este texto, y lo que puede esperar la mayoría de los mexicanos del gobierno sexenal que inicia en octubre con Claudia Sheinbaum en la presidencia, de lo cual opinaré en una siguiente colaboración. Ambos aspectos los considero relevantes para el destino de México; su discusión sin prejuicios ayudará a que el pueblo aprenda de esta experiencia y decida qué hacer para construir un país mejor para sus hijos.



Con Claudia Sheinbaum en la presidencia y con el control de su partido y aliados del Congreso, se inaugura una hegemonía casi absoluta de Morena, que mucho se asemeja a la del PRI de los años 70, tan escandalosa para la imagen y tan contraproducente para la eficacia política del entonces gobernante partido tricolor y para los intereses de la clase burguesa a la que servía (por ejemplo, José López Portillo fue candidato único a la Presidencia de la República y con toda la maquinaria mediática y la operación a su favor del Estado obtuvo más del 90% de los votos emitidos, lo que llevó a que nadie creyera que hubo elecciones limpias), que obligó a la cúpula del poder a idear la maniobra de permitir nuevos partidos y ampliar el número de diputados que podía lograr la oposición y con el tiempo llevó a las famosas alternancias en el poder, una de las cuales ahora protagoniza Morena.


Las causas del triunfo de Morena, por lo demás muy previsible para quienes cuentan con mecanismos para recibir opiniones y datos directos de muchas partes del país, podemos resumirlas en lo siguiente:





La inexistencia de una verdadera oposición, con un programa viable y que rebase a Morena por la izquierda en cuanto a ofrecer verdaderas alternativas para elevar el bienestar material de los mexicanos y demostrar de dónde saldrá el dinero para financiar ese bienestar, traducido en mejores salarios, servicios de salud, seguridad, educación, infraestructura moderna, millones de viviendas, etc. que no puede obtenerse más que de una reforma fiscal y un enérgico programa de empleos bien pagados bajo otro modelo productivo que no se base en la explotación de mano de obra barata. Ese programa brilló por su ausencia; lo que vimos en las campañas, en la mayoría de los casos, fue a políticos rancios, desprestigiados, desarticulados en sus propuestas y algunos francamente reaccionarios, admiradores de Milei y de la ultraderecha europea, haciendo folclor en vez de política para comunicarse con el pueblo y llamados que no eran otra cosa que el retorno al pasado, al que los mexicanos no queremos regresar nunca más.


La gigantesca operación para ligar la entrega de los programas sociales a los colores de Morena y al nombre del presidente, en lo cual se gastaron miles de millones de pesos del presupuesto federal, estatal y municipal, para financiar el dinero entregado a más de 30 millones de mexicanos anotados en diversos programas y pagarle a los miles de operadores que, casa por casa, con mecanismos de geolocalización, se presentaban a decir, primero, que esos apoyos provenían de la generosidad del Presidente y su partido y, después, a chantajear con retirar las ayudas si los beneficiarios no votaban por Morena.





Las miles de bardas y espectaculares, y los millones de volantes y posters con el nombre y el rostro de la ahora presidenta electa y que se colocaron por lo menos durante dos años. En junio de 2022, Sheinbaum dijo: “Yo me enteré de la misma manera en que se enteraron ustedes, por los medios de comunicación, no tenía conocimiento de que hubiera unas pintas”. Nadie le creyó, pero ninguna autoridad hizo absolutamente nada efectivo por impedir el uso del dinero público en la promoción de esa candidata. Esa publicidad ilegal pero efectiva fue el complemento de la que hizo AMLO a través de sus conferencias de prensa, dedicadas a atacar a sus oponentes y ensalzar a sus candidatos. “En cada rueda de prensa, AMLO emitió? en promedio 85 mentiras o información inexacta, según el conteo de la consultora SPIN. Lo que en el sexenio ha sumado 114 mil 835 mentiras, más las que acumule hasta el 30 de septiembre próximo (…)  Durante la campaña electoral reciente, la hoy virtual candidata electa Claudia Sheinbaum Pardo conto? con el respaldo presidencial con 355 menciones favorables” (buzos.com.mx, 10 de junio de 2024).


Los respaldos que recibió AMLO, y que no entran en la categoría de pueblo bueno y sabio: 1) De los multimillonarios, que no tienen ninguna queja de su gobierno puesto que multiplicaron sus fortunas y no fueron molestados en lo más mínimo por reformas fiscales o aumento salariales verdaderamente importantes. 2) De grupos de la delincuencia organizada, que se han apoderado de territorios y dentro de ellos deciden, con plata o con plomo, quién circula, trabaja o se lanza de candidato, sin que el gobierno federal los moleste en lo más mínimo. 3)De quienes manejan la política y la economía de los Estados Unidos, que no vieron ningún inconveniente en tolerar los fuegos de artificio verbal de AMLO, incluyendo las tonantes declaraciones de unidad latinoamericana, siempre y cuando no se tradujera en ninguna acción concreta que dañara sus inversiones en México y le siguieran cuidando la frontera para detener migrantes. Esa fórmula ganadora es la que intentará repetir la futura presidenta, con los agregados y matices que le permita AMLO y con varias restricciones que pueden hacerla naufragar, mismas que analizaremos en un próximo escrito.





Por añadidura, mediante un golpe al Poder Judicial que, de concretarse, provocará la utilización de la avasallante maquinaria electoral morenista para hacer que ganen jueces a modo, Morena se dispone a rebasar el control absoluto que tuvo el PRI en los años 70 y que fue una de las causas de su paulatina debacle. Cincuenta años después de la supuesta apertura democrática, la burguesía mexicana e internacional no se inquieta ni se agita ante el segundo sexenio de Morena, partido que controla el poder y cobija a los que huyeron del PRD (hasta extinguirlo), del PRI, del PAN y de otros partidos. No ven grave peligro en el morenismo (u obradorismo, que es lo mismo); seguirán los buenos negocios y las ganancias fabulosas para la élite. La vieja clase política no se fue, sólo se transformó, pero eso no traerá nada bueno para los marginados y explotados. Está pendiente en la historia de México un gran movimiento popular que reclame el poder y la riqueza que les pertenece a los trabajadores.




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