Homero Aguirre
Después
de los resultados electorales que dieron el triunfo a Morena y sus partidos
satélites en la elección por la presidencia de la República y en la mayoría de
los puestos en disputa, la discusión pública ha girado en torno a dos temas:
las causas del triunfo del obradorismo, que abordaré en este texto, y lo que
puede esperar la mayoría de los mexicanos del gobierno sexenal que inicia en
octubre con Claudia Sheinbaum en la presidencia, de lo cual opinaré en una
siguiente colaboración. Ambos aspectos los considero relevantes para el destino
de México; su discusión sin prejuicios ayudará a que el pueblo aprenda de esta
experiencia y decida qué hacer para construir un país mejor para sus hijos.
Con
Claudia Sheinbaum en la presidencia y con el control de su partido y aliados
del Congreso, se inaugura una hegemonía casi absoluta de Morena, que mucho se
asemeja a la del PRI de los años 70, tan escandalosa para la imagen y tan
contraproducente para la eficacia política del entonces gobernante partido
tricolor y para los intereses de la clase burguesa a la que servía (por
ejemplo, José López Portillo fue candidato único a la Presidencia de la
República y con toda la maquinaria mediática y la operación a su favor del
Estado obtuvo más del 90% de los votos emitidos, lo que llevó a que nadie
creyera que hubo elecciones limpias), que obligó a la cúpula del poder a idear
la maniobra de permitir nuevos partidos y ampliar el número de diputados que
podía lograr la oposición y con el tiempo llevó a las famosas alternancias en
el poder, una de las cuales ahora protagoniza Morena.
Las
causas del triunfo de Morena, por lo demás muy previsible para quienes cuentan
con mecanismos para recibir opiniones y datos directos de muchas partes del
país, podemos resumirlas en lo siguiente:
La
inexistencia de una verdadera oposición, con un programa viable y que rebase a
Morena por la izquierda en cuanto a ofrecer verdaderas alternativas para elevar
el bienestar material de los mexicanos y demostrar de dónde saldrá el dinero
para financiar ese bienestar, traducido en mejores salarios, servicios de
salud, seguridad, educación, infraestructura moderna, millones de viviendas,
etc. que no puede obtenerse más que de una reforma fiscal y un enérgico
programa de empleos bien pagados bajo otro modelo productivo que no se base en
la explotación de mano de obra barata. Ese programa brilló por su ausencia; lo
que vimos en las campañas, en la mayoría de los casos, fue a políticos rancios,
desprestigiados, desarticulados en sus propuestas y algunos francamente
reaccionarios, admiradores de Milei y de la ultraderecha europea, haciendo
folclor en vez de política para comunicarse con el pueblo y llamados que no
eran otra cosa que el retorno al pasado, al que los mexicanos no queremos
regresar nunca más.
La
gigantesca operación para ligar la entrega de los programas sociales a los
colores de Morena y al nombre del presidente, en lo cual se gastaron miles de
millones de pesos del presupuesto federal, estatal y municipal, para financiar
el dinero entregado a más de 30 millones de mexicanos anotados en diversos
programas y pagarle a los miles de operadores que, casa por casa, con
mecanismos de geolocalización, se presentaban a decir, primero, que esos apoyos
provenían de la generosidad del Presidente y su partido y, después, a
chantajear con retirar las ayudas si los beneficiarios no votaban por Morena.
Las
miles de bardas y espectaculares, y los millones de volantes y posters con el
nombre y el rostro de la ahora presidenta electa y que se colocaron por lo
menos durante dos años. En junio de 2022, Sheinbaum dijo: “Yo me enteré de la
misma manera en que se enteraron ustedes, por los medios de comunicación, no
tenía conocimiento de que hubiera unas pintas”. Nadie le creyó, pero ninguna
autoridad hizo absolutamente nada efectivo por impedir el uso del dinero
público en la promoción de esa candidata. Esa publicidad ilegal pero efectiva
fue el complemento de la que hizo AMLO a través de sus conferencias de prensa,
dedicadas a atacar a sus oponentes y ensalzar a sus candidatos. “En cada rueda
de prensa, AMLO emitió? en promedio 85 mentiras o información inexacta, según
el conteo de la consultora SPIN. Lo que en el sexenio ha sumado 114 mil 835
mentiras, más las que acumule hasta el 30 de septiembre próximo (…) Durante la campaña electoral reciente, la hoy
virtual candidata electa Claudia Sheinbaum Pardo conto? con el respaldo
presidencial con 355 menciones favorables” (buzos.com.mx, 10 de junio de 2024).
Los
respaldos que recibió AMLO, y que no entran en la categoría de pueblo bueno y
sabio: 1) De los multimillonarios, que no tienen ninguna queja de su gobierno
puesto que multiplicaron sus fortunas y no fueron molestados en lo más mínimo
por reformas fiscales o aumento salariales verdaderamente importantes. 2) De
grupos de la delincuencia organizada, que se han apoderado de territorios y
dentro de ellos deciden, con plata o con plomo, quién circula, trabaja o se
lanza de candidato, sin que el gobierno federal los moleste en lo más mínimo.
3)De quienes manejan la política y la economía de los Estados Unidos, que no
vieron ningún inconveniente en tolerar los fuegos de artificio verbal de AMLO,
incluyendo las tonantes declaraciones de unidad latinoamericana, siempre y
cuando no se tradujera en ninguna acción concreta que dañara sus inversiones en
México y le siguieran cuidando la frontera para detener migrantes. Esa fórmula
ganadora es la que intentará repetir la futura presidenta, con los agregados y
matices que le permita AMLO y con varias restricciones que pueden hacerla naufragar,
mismas que analizaremos en un próximo escrito.
Por
añadidura, mediante un golpe al Poder Judicial que, de concretarse, provocará
la utilización de la avasallante maquinaria electoral morenista para hacer que
ganen jueces a modo, Morena se dispone a rebasar el control absoluto que tuvo
el PRI en los años 70 y que fue una de las causas de su paulatina debacle.
Cincuenta años después de la supuesta apertura democrática, la burguesía
mexicana e internacional no se inquieta ni se agita ante el segundo sexenio de
Morena, partido que controla el poder y cobija a los que huyeron del PRD (hasta
extinguirlo), del PRI, del PAN y de otros partidos. No ven grave peligro en el
morenismo (u obradorismo, que es lo mismo); seguirán los buenos negocios y las
ganancias fabulosas para la élite. La vieja clase política no se fue, sólo se
transformó, pero eso no traerá nada bueno para los marginados y explotados.
Está pendiente en la historia de México un gran movimiento popular que reclame
el poder y la riqueza que les pertenece a los trabajadores.
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