Puesto
que la mayoría de nosotros nacemos con una abundancia de deseos naturales, no
es de extrañar que a menudo les dejemos que se conviertan en exigencias que sobrepasan
sus propósitos originales. Cuando nos impulsan ciegamente, o cuando exigimos
voluntariosamente que nos den más satisfacciones o placeres de los que nos
corresponden, este es el punto en el que nos desviamos del grado de perfección
que Dios desea que alcancemos en esta tierra.
Esta es
la medida de nuestros defectos de carácter o, si prefieres, de nuestros
pecados.
— Doce
Pasos y Doce Tradiciones, p. 62
Aquí
nace la esperanza a largo plazo y se obtiene la perspectiva de la naturaleza de
mi enfermedad y el camino de mi recuperación. La belleza de A.A. está en saber
que mi vida irá mejorando con la ayuda de Dios. El viaje en A.A. se hace más
fructífero, el conocimiento se convierte en verdad, los sueños se hacen
realidad — y el hoy es para siempre.
Al
entrar en la luz de A.A., mi corazón se llena de la presencia de Dios.
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