Salvador Encarnación
Desde que sus fundadores empezaron a
abandonarlo, los días siguientes del Partido de la Revolución Democrática (PRD)
fueron amargándose poco a poco. Miopes ante la desbandada, sus dirigentes, los
llamados Chuchos, siguieron una línea
política de acercamiento al poder, como antes lo había hecho el Partido Acción
Nacional (PAN). Pero sus historias fundacionales fueron distintas. El PAN surgió como respuesta contraria al
Cardenismo; en tanto el PRD lo fue en contra al poder (el PRI) que llevaba en
ese entonces al país rumbo al neoliberalismo. Nace oficialmente el PRD el 5 de
mayo de 1989, después del, ahora aceptado por la mayoría, fraude electoral en
contra de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988.
Era
la época de Salinas. Tiempos difíciles para el naciente perredismo, sobre todo
para sus líderes regionales: muertos por aquí y por allá en situaciones aún no
esclarecidas. Al término de su sexto informe de gobierno y ante las insistentes
protestas del perredismo, Salinas les contestó a los periodistas: “A esos ni
los veo ni los oigo”. Sentencia que ilumina lo lejano que estaba el poder de
las demandas de la ciudadanía. De inmediato, el caricaturista Naranjo dibujó a
un Salinas con hacha acompañado de la sentencia: “Ni los veo ni los oigo… pero
qué bien les atino”.
Las siguientes dos contiendas electorales
nacionales, donde el candidato por el PRD fue Cuauhtémoc Cárdenas, se enfrentó
a unas desiguales elecciones. “Sin piso parejo” en el argot xochitleco. En la última, año 2000, ganó la presidencia el
panista Vicente Fox. El PRI iniciaba su descenso.
El
PRD fue un partido que rompió con el bipartidismo que ofrecían el PAN y el PRI;
sólo ellos eran los buenos. El PRD, en 2006, fue la segunda fuerza en la Cámara
de Diputados y en ese año, oficialmente perdió la elección nacional por medio
punto porcentual (0.5%). Otro fraude se dijo entonces, ahora en contra de
Andrés Manuel López Obrador. Durante su vida política, 35 años, el PRD ganó varias
veces la jefatura de la Ciudad de México, varias gubernaturas, diputaciones,
senadurías y presidencias municipales. En un comparativo: al PAN le llevaron
cincuenta años para ganar una gubernatura, la de Baja California. Al PRD le
llevó ocho años en ganar la Jefatura de la ahora Ciudad de México.
“Estamos a mano y en paz”, afirmó López
Obrador el 9 de septiembre de 2012 cuando anunció su salida del PRD. Ahí mismo comunicó
la formación de MORENA como partido. Junto con él, inició la mayor desbandada
de militancia.
El
25 de noviembre de 2014, Cuauhtémoc Cárdenas, su fundador, anuncia su renuncia
al partido por “desacuerdos” con la dirigencia. “Con esta fecha, de manera
irrevocable, presento ante ese Consejo Nacional mi renuncia como miembro del
Partido de la Revolución Democrática”. Con estas sencillas palabras iniciales,
el ingeniero Cárdenas daba por terminada su relación de militancia perredista.
Con
el Peñismo, el PRD era un partido más en su apoyo. A manera de ejemplo está el
Pacto Por México, donde los tres principales partidos, PRI, PAN y PRD se
unieron para aprobar tres iniciativas de reforma propuestas por Peña. Para las
elecciones de 2018 hizo alianza política con el PAN obteniendo una derrota ante
MORENA con López Obrador como ganador. Y para este 2024, hizo alianza con el
PRI y el PAN, y los tres partidos juntos fueron derrotados por MORENA. Y peor.
El PRD no obtuvo el 3% de la votación válida nacional. Por lo que perdió su
registro.
Jesús
Zambrano, el último presidente nacional del PRD, sostuvo en este fatídico para
ellos, mes de junio: “Me duele decirlo, pero me toca hacerlo: ¡ya no existe más
el PRD!”. Antes, echó culpas a diestra y siniestra. A nadie le importaron. La
mayoría de sus otrora militantes, junto con otros simpatizantes, aún saboreaban
la segunda victoria de MORENA.
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