Cayetano Chávez Villalvazo
Es para mí un honor estar está tarde acompañando al
maestro Ramón Moreno, a Francisco Hernández López y a Martín Adalberto Sánchez,
grandes amigos los tres. Agradezco a Miguel Ángel López Barajas por esta
invitación y a la Biblioteca Juan José Arreola por organizar esta presentación.
El libro que presentamos hoy se llama Cuentos
para Guillermo, este trabajo literario es resultado de un compromiso que
tiene el autor con su primo, escribe recordando la infancia que pasaron en
Colima, en casa de los padres, de los abuelos, la convivencia con los primos,
las anécdotas del taller de su papá.
Es un gran compromiso hacer literatura de la vida
familiar (ya que la memoria de los involucrados en los hechos suele ser débil y
cuestionar lo escrito), así es que al hacer cuentos o novelar las vivencias de
la infancia y hacerlo bien es importante, ya que sólo la gente de Jaliscolimán
podemos entender algunas frases, palabras (regionalismos) que sólo le
encontramos significado los que hemos vivido en esta hermosa área geográfica.
Sí, por supuesto que son las palabras regionales, pero es mucho más: es también su geografía, su flora, su fauna, sus calles, pero todo dicho e introducido sutilmente, como no queriendo decir la cosa. Veamos unos ejemplos.
Las referencias que hace en varios cuentos son a tamarindos,
a sandías, al Jardín Núñez, a los techos de tejas, a la ausencia de tecnología
(no radio, no televisión); o a jugar al llamado “bebeleche” allá o “avión” en
el centro del país.
También es posible detectar un contrapunto entre lo
pueblerino y lo citadino. El narrador lo remarca para diferenciar el modo de
ser del primo Guillermo, que es un avispado habitante de la Ciudad de México.
Hay un “nosotros”, costeños, habitantes de una pequeña ciudad rural, una gente
con sus actitudes y comportamientos pueblerinos en oposición a los citadinos;
en todo el texto se ve esta doble idiosincrasia, este doble comportamiento,
este doble lenguaje, este doble estilo de vida.
Repasemos algunas historias concretas.
En “Caldo de pato” (página 18) vemos nuevamente a la ciudad costeña
cuando habla del Parque Hidalgo. Porque todos nosotros sabemos que en efecto
hay uno con ese nombre en Colima y que en verdad, en él, antes había patos. En
esta historia se describe la sabiduría popular de la abuela, el sentido común y
el conocimiento empírico que se tiene para luchar por sobrevivir. Esta es la
segunda historia a la que se refiere el autor que debe contar todo cuento: la
primera, es lo que le pasó a uno de los dos patos; la otra, la sabiduría de la
abuela. La primera es la que se cuenta, la segunda es la que se sugiere y que
el lector debe intuir.
“Milagro denegado” (página 24) tiene como argumento una romería a Talpa.
Este cuento me hace recuperar las imágenes de mi niñez con “camiones
destartalados”, sillas de tule, petates para dormir, el mesón, los rústicos
portales de madera y teja de La Villa (de Álvarez) o la obligación que los
niños tienen de obedecer a los adultos sin chistar.
Por otro lado debo decir que me encanta el diálogo –el salto constante de
la primera a la tercera persona–, entre el narrador (que no tiene nombre pero
que sin duda nos hace pensar en el autor) y su primo Guillermo. Este es un diálogo
que atraviesa toda la obra. Finalmente diré de este cuento que me sorprendió
ese cierre inesperado de complicidad entre la abuela y el protagonista, pues ambos
están decepcionados de Talpa, pero los dos se lo callarán.
En “Dos visitantes incómodos” (página
32) se utilizan localismos como mencionar camisas chazarillas, las fiestas de
la Candelaria, los jinetes a caballo, (las hoy llamadas cabalgatas).
En “Tintineante ramo de llaves” (página 37) quiero destacar el gracioso
símil entre una dictadura militar (el franquismo) y la autoridad del padre del
narrador.
En “Tiempos sin reloj” (página 43) nuevamente pienso en los regionalismos
colimenses como la Plaza de la Soledad (hoy Gregorio Torres Quintero), beber
tuba muy de mañanita, etc.
“Refugiarse en la obscuridad de una noche ajena” (página 48) alude a la zafra
de la caña, la pizca del maíz, la geografía del sur de Jalisco (San Gabriel,
Apulco, El Limón, Tonaya) el fumar cigarros de hoja, el contar historias, el tomar
mezcalitos. Observen ustedes las alusiones indirectas a Juan Rulfo pues aparte
de referirse a los pueblos de la infancia de éste, se menciona a unos
hacendados que se llamaban como su padre y su abuelo (don Juan Nepomuceno y don
Carlos Vizcaíno, página 53). Pero en esta mezcla cultural del sur de Jalisco y
de Colima (Jaliscolimán, como quería Arreola) también se hace alusión al estado
vecino pues los personajes jaliscienses toman tuxca (en Colima así se le conoce
al mezcal) y hablan de techos de palma rala, como allá se usan.
Así podría seguir aludiendo a las muchas cosas que detecto en estos
cuentos pero no quiero cansar a ustedes, sólo mencionaré, para finalizar, el
último, porque introduce una sorpresiva historia. Es muy diferente en todos los
aspectos y esa es una de las causas porque sorprende, pero en primer término
porque le sede la palabra a Guillermo, que nunca habla en los cuentos
anteriores, aunque el lector sabe que está ahí.
Ahora la voz principal es la del primo que habla de
unos hechos que le están quemando la garganta y el alma. Le exige al primo que los
incluya, si quiere que de algo sirva su libro de recuerdos. El cierre de este impactante
relato queda muy bien remarcado en su violencia citadina (en oposición a las
historias pueblerinas hasta antes contadas) cuando Guillermo afirma: “Soy una
mierda y esa noche me hice el pendejo”.
Terminaré diciendo que recordar es volver a vivir y
cuando leo estos textos me hace vivirlos, recordar los momentos de mi infancia
en los que hay sucesos similares o momentos que recuerdan los riesgos de vivir
y cómo los superamos.
Felicito al maestro Moreno por haberlos escrito y
por haberse venido a vivir a Ciudad Guzmán, después de muchos años de transitar
por la Ciudad de México y por venir a refrescar la literatura del Sur de
Jalisco con sus “Relatos colimotes”. Tal como lo hicieran sus coterráneos, la
maestra Pastora Amezcua y el maestro Gregorio Torres Quintero, pedagogo –este
último– fundamental en la historia de México con su metodología para la
lecto-escritura denominada método onomatopéyico, del cual nos puede
compartir y ampliar el maestro Martín, quien es experto en pedagogía.
*Presentación del libro Cuentos para Guillermo
de Ramón Moreno Rodríguez, en la biblioteca pública municipal “Juan José
Arreola” de Ciudad Guzmán el jueves 25 de abril de 2024
Buena presentación, maestro Cayetano.
ResponderBorrarSaludos.
Saludos maestro Pedro Mariscal, estamos a la orden, trabajando por las letras Zapotlenses
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