Por alguna razón, el estar a solas con Dios no parece ser tan embarazoso como sincerarnos ante otro ser humano. Hasta que no nos sentemos para hablar francamente de lo que por tanto tiempo hemos ocultado, nuestra disposición para poner nuestra casa en orden seguirá siendo un asunto teórico.
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Doce Pasos y Doce Tradiciones, p. 57
Para
mí no era raro hablar con Dios y conmigo mismo acerca de mis defectos de
carácter. Pero, sentarme frente a frente y discutir abiertamente estas cosas
tan íntimas con otra persona, era mucho más difícil. Sin embargo, yo reconocí
en esta experiencia un alivio similar al que experimenté cuando admití por
primera vez que era alcohólico. Empecé a apreciar el significado espiritual del
programa y que este Paso era solamente una introducción a lo que iba a venir en
los siete Pasos restantes.
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