José Luis Vivar
La
Infancia es un amigo que se va, decía Emmanuel en una vieja canción de
Guadalupe Trigo y Mario Arturo, refiriéndose a que, una vez llegada la juventud,
se deja en el olvido al niño que fuimos. Esto a nadie debe extrañar. Con los
primeros indicios de la pubertad se quiere ser joven para vivir en completa libertad,
tener experiencias de todo tipo, y sobre todo divertirse. Siendo jóvenes el futuro
se ve lejos, demasiado lejos como para pensar en responsabilidades como
personas maduras, y mucho menos para imaginarse en la vejez.
El principal deseo de Peter Pan
(James Matthew Barrie, 1911), es nunca crecer, permanecer en esa etapa de niño/preadolescente,
por el miedo que esto representa. Todo el que crece ha de morir algún día, dice
en un pasaje de la obra. Aunque eso se interpreta como el temor a las nuevas
responsabilidades. Cada nueva etapa de vida trae consigo una crisis por la que
se deja y la adaptación a la que se llega. Y él lo sabe.
Ser un niño feliz —en el mejor de
los escenarios—, significa tener las necesidades básicas aseguradas, estar
rodeado de cariño y enfocar su existencia en la escuela y en los juegos.
Disfrutar del paraíso terrenal que puede estar en una habitación, un patio, y
los más privilegiados en un jardín como los hermanitos Jorge Luis y Norah de
apellido Borges, quienes vivieron infinidad de aventuras en ese lugar de su
casa, y les sirvió para desarrollar la imaginación: él en la Literatura y ella
en la Pintura.
La Infancia es gestora de amigos
imaginarios. Algunos pequeños son discretos y conviven con ellos en la
privacidad. Otros en cambio hacen pública su presencia, alarmando a sus padres,
y a sus maestras de Preescolar. Sin embargo, tarde o temprano esas amistades se
marchan y todo vuelve a la normalidad.
No queremos ser tratados como niños,
exigen jóvenes y adultos cuando protestan por algo en particular, el mensaje se
lee en carteles o en redes sociales. Las mentiras que remiten a la inocencia y
a la ingenuidad de los pequeños. El engaño es la primera decepción que se
recibe en los primeros años de vida. La desilusión del mundo de los adultos es
una de las razones por las que el Principito (Antoine de Sant-Exupéry, 1943)
deje la tierra y se regresa a su planeta.
Sigmund Freud
afirmó que Infancia es Destino. La vida cotidiana nos permite ver adultos
felices y desdichados. Revisar su niñez pudiera ser el origen de su circunstancia;
aun así, es difícil saberlo. Lo que nos queda claro es que debe haber mayor
protección y seguridad de los niños tanto por parte de las autoridades
gubernamentales como de la sociedad a la que pertenecemos, para que la amiga
Infancia sea un bello recuerdo y nunca se vaya.
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