Víctor Hugo Prado
A las
maestras y los maestros le ha correspondido desde tiempos remotos la función de
guiar a sus alumnos, de transmitir el conocimiento de generación en generación,
de instruir a niños y jóvenes inculcándoles valores que les servirán para ser
personas que promuevan bienestar en sus comunidades.
Tienen
entre sus múltiples facetas la de generar las condiciones para el logro de
aprendizajes, posibilitando en el aula, un ambiente que invite a pensar, a
analizar, sintetizar y a actuar, donde
al alumno sea actor de sus propios aprendizajes. Así, el rol del docente no
debe ser solamente proporcionar información y controlar la disciplina, sino ser
un mediador entre el estudiante y el ambiente, siendo el guía o acompañante del
estudiante, mostrándole que él es una gran fuente de conocimiento, como así lo
han demostrado diversos teóricos de la educación.
Del
maestro han dependido las raíces que sostienen a los futuros ciudadanos. Enseñar
a leer, a escribir, a sumar, a multiplicar, a conocer, a hacer, a ser y a vivir
juntos es parte de esa compleja tarea; a formarse como técnicos o
profesionales. Pero también tienen a su caro la delicada labor de despertar la
curiosidad en la expresión creativa y conocimientos de sus alumnos.
El relevante papel del maestro debe estar acompañado de gobiernos, sociedad, padres de familia, entre otros actores. Que debe reflejarse en planes y programas de estudio que lleven a los estudiantes a la vanguardia de la ciencia, depende de contar con la infraestructura educativa que facilite el acceso al conocimiento de frontera, significa tener directrices claras sobre la visión de nación que queremos construir, depende de los recursos que se invierten en educación y, por supuesto, del involucramiento permanente de padres y madres de familia en la labor educativa.
Por eso
urge que trabajemos juntos en la atención a jóvenes y a niños. Tengamos
presente que la comunidad, la familia y la escuela son las instituciones que
tienen el compromiso de propiciar el desarrollo integral de cada persona y la
armonía de las relaciones de unos con otros. Esa es la vía para restaurar el tejido
social en un mundo cada vez más violento. Quienes tenemos responsabilidades directivas,
generemos las condiciones para que el maestro cumpla su función con cada vez más
reconocimiento social, con autoridad en el aula, como el pilar fundamental para
el logro de la formación integral que demandan nuestros estudiantes.
Por
ello, en este día del Maestro expresemos nuestro reconocimiento a su persona, a
su dedicación, entereza y entrega a su complicada labor y de inconmensurable trascendencia
en todo tejido social. Felicidades a las y los profesores, líderes
transformacionales que motivan el despliegue de las capacidades intelectuales,
sociales y humanas de los estudiantes.
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