Víctor Hugo Prado
México
en los próximos años tendrá desafíos inusitados en muy distintos frentes. Fundamentalmente
los gobiernos e instituciones que tienen responsabilidades mayúsculas para
atenderlos. Entre ellos, el de la inseguridad pública y violencia que asola al
país; el del deterioro ambiental; el de la escases y distribución con justicia
del agua; de inversión y empleo; de combate a la pobreza y la desigualdad; de
justicia social; de lograr que la educación
sea de calidad y para todos, así como el del desarrollo científico y
tecnológico que en los escenarios globales actuales, permita impulsar la
generación de conocimiento, de desarrollo tecnológico y de innovación, como
instrumentos necesarios para competir en un complejo contexto internacional.
Hoy,
me centraré en la ciencia. Considerando que, el conocimiento, la información,
la tecnología y el aprendizaje continuo, se han convertido en palancas
indispensables para el desarrollo y el bienestar de los países situados en los
primeros lugares del ranking mundial de ciencia e innovación.
La
ciencia en México, experimenta rezagos evidentes. Entre ellos, una
infraestructura institucional y científica débil; una comunidad de
investigadores y tecnólogos todavía muy reducida en proporción al tamaño de
nuestra población y de nuestra economía; y un monto de inversión pública y
privada totalmente insuficiente para transitar hacia un país que quisiera hacer
de la agenda de ciencia, tecnología e innovación una prioridad, como así lo
señala el texto “Propuestas y
reflexiones sobre el futuro de la política de ciencia, tecnología e innovación
en México”, que publican investigadores de la Universidad de Guadalajara, La
Academia Mexicana de la Ciencia y el Instituto de Investigación en Políticas
Públicas y Gobierno.
La
oportunidad para que en el futuro inmediato nuestro país se convierta en un
país emergente que logre un lugar en la sociedad y economía basadas en el
conocimiento, está a punto de perderse. Ante ello, es fundamental que el
próximo gobierno de México, emane de donde emane, haga de la ciencia, la
innovación y la tecnología una política pública con agenda prioritaria. Que
comprometa un monto de inversión mucho mayor que el actual, que promueva de
manera decidida la formación de capital humano altamente calificado; que
fortalezca a las instituciones y grupos de investigación para que consoliden
sus avances; que oriente a la academia y al sector productivo hacia la
innovación; que haga del conocimiento una herramienta fundamental para atender
los problemas y retos nacionales. En un marco de certidumbre institucional, de
libertad científica, y de compromiso con la sustentabilidad social y ambiental.
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