Si
todavía nos aferramos a alguna cosa de la que no queremos desprendernos, le
pedimos a Dios que nos ayude a tener buena voluntad para hacerlo.
—
Alcohólicos Anónimos, p. 76
Cuando
ya había dado mi Quinto Paso, me di cuenta de que todos mis defectos de
carácter eran el resultado de mi necesidad de sentirme seguro y amado. Usar
solamente mi voluntad para trabajar en ellos hubiera sido tratar
obsesivamente de resolver el problema. En el Sexto Paso intensifiqué la acción
que puse en los tres primeros Pasos -— meditar en el Paso diciéndolo una y otra
vez, ir a reuniones, seguir las sugerencias de mi padrino, leer y buscar dentro
de mí. Durante los primeros tres años de sobriedad tenía miedo de entrar sola
en un ascensor. Un día decidí que debía hacer frente a este temor. Le pedí
ayuda a Dios, entré al ascensor, y allí en una esquina, había una señora
llorando. Me dijo que desde el fallecimiento de su esposo ella había tenido un miedo
mortal de los ascensores. Yo olvidé mi temor y la conforté. Esta experiencia
espiritual me ayudó a ver que la buena voluntad era la clave para practicar el
resto de los Doce Pasos de la recuperación.
Dios
ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos.
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