Cuando
vimos a otros resolver sus problemas mediante una confianza sencilla en el
espíritu del Universo, tuvimos que dejar de dudar en el poder de Dios. Nuestras
ideas no servían; pero la idea de Dios sí.
—
Alcohólicos Anónimos, p. 52
Como
un hombre ciego que poco a poco va recuperando la vista, lentamente, a tientas,
llegué al Tercer Paso. Me había dado cuenta de que sólo un Poder superior a mí
mismo podía rescatarme del abismo de desesperanza en el que estaba, y supe que
éste era un Poder al que yo tenía que agarrarme y que sería mi ancla en medio
de un mar de calamidades.
Aunque
en esa época mi fe ente grande como para hacerme ver que ya era hora de
descartar mi confianza en mi arrogante ego y reemplazarlo con la estabilizante
fortaleza que sólo podría venir de un Poder muy superior a mí mismo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario