Fernando G. Castolo*
Destruir
el patrimonio, eliminar lo que nos significa la ciudad, en sus rincones, en su
paisaje urbano, en su arquitectura, en sus detalles... Las ciudades son únicas
gracias a las bondades de sus edificios que se erigen en calles y avenidas.
La
capacidad económica de una población permite que la arquitectura sea cambiante,
pero siempre respetuosa de los icónicos edificios que son un referente obligado
en la historia particular. Así, con gran pesadumbre, hemos visto un acto que
bien podría denominarse de "vandalismo", dado que fue cercenada una
de las artísticas herrerías de la hermosa casa en que viera la luz primera el
escritor Juan José Arreola, sobre la calle Lázaro Cárdenas.
Esta
hermosa residencia, en estilo ecléctico, fue diseñada por don Enrique Arreola
Mendoza (muerto prematuramente), para albergar a la familia de su hermano
pequeño don Felipe Arreola Mendoza, recientemente casado en la época con doña
Victoria Zúñiga Chávez. La finca, debido a una racha de mala administración del
capital familiar, se pierde momentáneamente, mientras los Arreola Zúñiga se
trasladan al puerto de Manzanillo en busca de las oportunidades que les
permitan recuperarla. Muy pronto retornan y recuperan la residencia familiar...
La bella fachada, tristemente, un día de estos amaneció cercenada de uno de sus
bellos y artísticos enverjados.
Ahora, cuando paso junto a ella, un nudo en la garganta me estruja ante la impotencia de ver maltrecho el patrimonio que es de todos los zapotlenses.
*Historiador
e investigador.
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