Uno de esos personajes que surgió en
años previos a la Segunda Guerra Mundial es: Batman, cuya aparición surgió como
una competencia sana para Superman, dentro de la misma casa que lo publicaba
Detective Comics, y que con el tiempo sería la hoy famosísima DC. Y es que el
hombre de Krypton se empezaba a popularizar por sus dotes extraordinarias. Es
decir, se trataba un extraterrestre idéntico física e internamente a cualquier
ser humano, pero con virtudes extraordinarias que lucha por el bien y la
justicia.
Batman
surge como otro paladín, pero no viene de otro planeta, sino que es un ser
humano, con muchas capacidades, pero vulnerable. Es un ser mortal, con una
mente oscura, porque el verdadero Batman, aunque actúa por el bien de la
sociedad, es implacable e incluso puede matar, aunque esto luego le sería
vedado.
El primer número de este personaje
apareció a la venta el 30 de marzo de 1939, y firma como su autor Bob Kane. De
hecho, esto quedó registrado para siempre, y así hubiera seguido en el
conocimiento de la gente, de no ser porque después de una batalla legal que
tomó muchos años, el mundo supo que entre las sombras como el famoso superhéroe
se hallaba otro autor llamado Bill Finger.
Cuenta la historia que ambos se
conocieron en una fiesta. El dibujante Kane le comentó a Bill del proyecto que
tenía en mente para Detective Comics, y que necesita desarrollar al personaje del
cual tenía algunos esbozos. Bill que era escritor, jamás había escrito un
argumento para un comic que consiste en viñetas con texto: cuatro o cinco para
los diarios (tiras), y entre cinco y siete (revistas) por página.
Bill, confiando en la palabra de
Kane y en la de los editores, comenzó a trabajar, desarrollando un personaje al
que bautizaría después como el Caballero Oscuro, le daría la personalidad
sombría, lo vestiría con una capucha y el espacio de los ojos los pondría en
blanco para darle mayor misterio. Culminaría con una capa puntiaguda inspirada
en el ornitóptero de Leonardo Da Vinci.
Después, aparecería el millonario
Bruce Wayne como el alter ego de Batman, la Baticueva, y un mayordomo llamado
Alfred, que sería el único en conocer su identidad. Pero como todo héroe de
acción necesita un villano, Bill inventó al Joker, inspirado en el Hombre que
Ríe de Víctor Hugo, aunque con una carga criminal infinita.
Nuevos aliados y enemigos empezaron
a aparecer, sin que Bill viera jamás su nombre, ni el de otro colaborador
llamado Jerry Robinson, quien además de ayudar en la creación del Joker, propuso
un compañero para Batman, y tomando ciertas características de Robin Hood, creó
al adolescente llamado Robin, formando así el Dúo Dinámico.
A mediados de la década de los sesenta, cuando Batman dio el salto a la televisión Bill pudo aparecer en los primeros capítulos como guionista, pero DC Comics intervino y pidió a la Warner no volver a contratarlo. Al ser despedido de la editorial sin ninguna compensación por más de veinte años de servicio debió conformarse con ser guionista de programas poco populares en la televisión.
Su nombre quedó en el olvido, el 18
de enero de 1974 falleció en su departamento de Nueva York, solo, pobre y sin
el reconocimiento como coautor de Batman. Su hijo Fred llevó las cenizas a una
playa del Oeste en Oregon, trazó en la arena el símbolo del Caballero Oscuro.
Luego de ahuecarlo, acomodó los vestigios. Se sentó a esperar a que subiera la
marea. No tardaron mucho en llegar las olas que poco a poco se llevaron a Bill
y a Batman.
Bob Kane falleció el 3 de noviembre
de 1998, negando hasta el último minuto de su vida la ayuda que Bill Finger le
había brindado, e ignorando también a Jerry Robinson. Juró ser el único autor
de Batman que ha vendido 400 millones de ejemplares y generando millones de
dólares por regalías en películas, series de televisión y de toda clase de
artículos. Pero la justicia por fin llegó: en el 2014, la serie Gotham (Ciudad
Gótica) colocó en los créditos su nombre al lado del ingrato dibujante. Y hoy,
el mundo sabe quién es el otro autor de Batman.
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