Fernando
G. Castolo*
Como
historiadores, tenemos la gran responsabilidad de dotar a la comunidad de
elementos que soporten su identidad, a partir de los rasgos más emblemáticos en
su sentido de ser y de pertenecer. Cuando, como historiadores, damos una
errónea lectura, ello tiene sus consecuencias, porque la voz del historiador es
una voz autorizada que no se puede, ni se debe, permitir caer en
apasionamientos personales. Por ello, deseo exponer una culpa, y solamente
aspiro a que sea redimida por los amables lectores que se han visto cautivados
por nuestras aportaciones.
Existen
todavía vestigios de una hermosa residencia, ahora seccionada e invadida de
negocios, en la esquina de las calles Federico del Toro y Refugio Barragán de
Toscano. Esta finca está dotada de hermosas tallas en cantería, del estilo
"barroco jalisciense", tanto en frisos, columnas y portadas. Por
muchos años hemos ventilado la idea de que ahí estuvieron las famosas Casas
Consistoriales, sede del poder civil durante la época virreinal (y, por supuesto,
hemos invalidado del todo la idea de que fue la sede de un convento, por
aquello de las leyendas religiosas que aún se observan en algunos vanos, y que
hacen pensar en que evocan un espacio claustral).
Pues
bien, la historia, una vez que se tienen novedosos documentos, de primera mano,
a la vista, cambia la perspectiva de la misma. Esos bellos vestigios de piedra
en realidad son parte de lo que pervive de la gran residencia del rico
terrateniente don José María Félix Ramón de Jesús de Urzúa y Barragán, zapotlense
nacido el 2 de mayo de 1807, hijo de don Juan de Dios de Urzúa y Villaseñor y
de doña María Guadalupe de Barragán y Michel. Casó nuestro personaje con doña
María Felícitas de Rojas y Gutiérrez el 29 de mayo de 1828. Llegó a ostentar el
cargo de Alcalde Municipal en 1845, y fue mayordomo de las fiestas josefinas en
1858.
Para
mayor referencia, don José María de Urzúa fue bisabuelo del escritor y
diplomático Guillermo Jiménez quien, en un fragmento de su libro
"Zapotlán" (1940), refiere el plagio de su antepasado a manos de los
bandidos del Volcán, hecho que causó gran revuelo en la comunidad por tratarse
de un distinguido personaje de la comarca. Muy anciano, falleció por problemas
del corazón el 24 de enero de 1893. Durante todo el siglo XIX a los portales
que rodeaban su hermosa finca (hoy, Portal Morelos y Portal Zaragoza), se les
conoció como el "Portal de Urzúa", siendo su último residente don
José Justo de Urzúa y Rojas.
Hoy,
la bella finca conserva algunos vestigios de su otrora presencia, gracias a la
sensibilidad de sus actuales propietarios y a los buenos oficios del maestro
cantero zapotlense don José Hernández Hernández. Esta finca es icónica y en su
torno se han formulado diversas imagines que nos hacen suponer lo que
salvaguardaba en su interior; hoy damos, pues, a conocer su verdadera función
en el paisaje urbano de Ciudad Guzmán.
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