Fernando
G. Castolo*
Deambular
por el municipio de Zapotlán el Grande tiene su recompensa. Ser, como se dice,
"chile de todos los moles" nos permite conocer rincones, sabores,
paisajes, consejas y personajes que le dan ese sentido de identidad tan
peculiar que tiene el entorno de nuestro valle cobijado por montañas.
Así,
tomamos rumbo hacia la Delegación de El Fresnito, al pie del Nevado, donde
fuimos recibidos por un personaje nada ordinario: de aspecto solemne, pero de
ademanes alegres. Se trata del Señor General de División don Arturo Galindo
Romero. Este rango militar constituye un nivel OF-8 en la clasificación de
rangos de la OTAN. No existe ningún otro rango superior en nuestra nación,
aunque sí existen dos autoridades arriba de éstos: el Secretario de la Defensa
Nacional y el Presidente de México. Ningún hijo de Zapotlán el Grande ha
llegado a tan alta jerarquía militar, cuando menos documental hablando.
El
General de División don Arturo Galindo Romero, nació en el barrio de Quintanar
de Ciudad Guzmán, en el año de 1939. Cursó sus estudios básicos en su tierra
natal para, de ahí, partir a la Ciudad de México, donde sería parte de la
plantilla estudiantil de Heroico Colegio Militar. Con objetivos firmes, se
mantuvo concentrado en su constante preparación, a fin de escalar, con méritos
propios, los peldaños de la competitiva carrera que lo posicionó, finalmente,
en el difícil arte de la estrategia militar.
Su
acuciosidad le permitió acceder a importantes encomiendas de sus superiores
jerárquicos, demostrando, una y otra vez, su gran disciplina y, por ende, el
éxito seguro de sus acciones. Recibió varias condecoraciones, tanto en México
como en el extranjero, y así mismo, tanto en la milicia como en el deporte,
dado que llegó a representar al país en alguna edición de los Juegos
Panamericanos, dentro de la disciplina de la equitación.
También
fue distinguido con el Premio Jalisco, así como con un sinnúmero de
reconocimientos que dan cuenta de sus notables méritos a una carrera militar en
la que se entregó a raudales. Todo un ejemplo vivo a seguir, sin duda alguna.
Con sus casi 85 años de vida aún se percibe en su mirada la gallardía con la
que dirigió su vida profesional, pero en esa misma mirada también existen
rasgos que ennoblecen el orgullo por lo que se es: un zapotlense de cepa que
guarda en su humildad la grandeza de los hombres y las mujeres que le han dado
lustre a esta Ciudad Guzmán.
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