Fernando G. Castolo*
Cuando
se intenta saber qué es algo, buscamos crearlo, distinguirlo de otras cosas y
seres, analizarlo, definirlo. A eso nos invitan las cordiales charlas con el
más icónico de los personajes ilustres vivos de Jalisco. Su estoica presencia,
siempre mansa, siempre afable, siempre amena, logra irradiar su grandeza en la
geografía regional.
Más
que un metalista es un alquimista que ya no busca nada, solamente pretende ser
Maestro para quienes desean aprender. Su disposición es cotidiana a través de
su palabra, de una palabra que se antoja siempre novedosa.
En
el corazón mismo del Pueblo Mágico de Sayula, donde tiene su taller, su casa y
su tienda, pasamos a saludarle, a nutrir el espíritu. "Qué es el
alma?" Cuestionó. Atónitos apresuramos la respuesta, pero la respuesta,
breve, emanó sincera y humana de su boca después de su atenta escucha. Una
definición absolutamente exacta para algo es imposible porque casi todo admite
matices y una reelaboración, una redefinición, otro modo de expresarlo, de
decirlo e interpretarlo.
En
esa búsqueda de la verdad, siempre apresuramos lo que la vida nos da y, por
ello, damos respuestas torpes, hilvanadas de rebuscadas palabras, sin precisar
que las respuestas son simples, como simple es la vida... No dejamos de
escuchar al gran Maestro pero, aún aturdidos e inquietos, nos despedimos
saboreando todo lo que nos ha compartido con esas ansias de dar, de darse a
raudales hacia todo aquel espíritu que se le acerque con la misma mansedumbre.
Todo un personaje de su tiempo y de su circunstancia es el célebre cuchillero
don José Ojeda Larios.
*Historiador
e investigador.
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