Empezamos
a hacer el debido uso de nuestra voluntad cuando tratamos de someterla a la
voluntad de Dios. Para todos nosotros, ésta fue una maravillosa revelación.
Todas nuestras dificultades se habían originado en el mal uso de la fuerza de
voluntad. Habíamos tratado de bombardear nuestros problemas con ella, en lugar
de intentar hacerla coincidir con los designios que Dios tenía para nosotros.
—
Doce Pasos y Doce Tradiciones, p. 3
No
tengo que hacer más que mirar hacia mi vida pasada para ver a dónde me ha
conducido mi obstinación. Simplemente no sé qué es lo mejor para mí y creo que
mi Poder Superior lo sabe. Dios no me ha fallado nunca, pero muy a menudo me he
fallado a mí mismo. Valerme de mi obstinación en cualquier situación tiene
normalmente el mismo resultado que tratar de forzar la pieza del rompecabezas
que no corresponde — el agotamiento y la frustración.
El
Tercer Paso abre la puerta al resto del programa. Cuando pido a Dios que me
guíe, yo sé que, sea cual sea el resultado, será el mejor posible, que las
cosas son exactamente como deben ser, incluso si no son lo que yo deseo o
espero. Dios hace por mí lo que yo no puedo hacer por mí mismo, si Le dejo que
lo haga.
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