Muchos
mexicanos aún recuerdan el agradecimiento desbordado del presidente López
Obrador respecto a las redes sociales que le ayudaron a ganar las elecciones
del 2018. Dicho agradecimiento, que lo llevó a llamarlas unilateralmente
“benditas redes sociales”, contrasta ahora con la condena que lanza a esas
mismas redes sociales, en las que se protagoniza, según AMLO, una operación
internacional financiada por sus enemigos en México, usando mecanismos
automatizados para colocar en las redes sociales un hashtag que lo vincula con
el narcotráfico y que ha sido visto 170 millones de veces, campaña que tomó
como señal de arranque un reportaje del periodista norteamericano Tim Golden,
donde se dice que la campaña presidencial de AMLO en el 2006 recibió millones
de dólares de un cartel de narcotraficantes, versión que ha sido secundada por
otros medios.
Hay
libros, investigaciones y muchos testigos del tremendo poder manipulador que
pueden tener las redes sociales. Veamos dos testimonios de algunos que las
conocen desde dentro: “Facebook es la máquina de espiar más atroz jamás
inventada. Ahí tenemos la base de datos más abarcadora sobre la gente, sus
relaciones, sus nombres, sus direcciones, sus localizaciones y las
comunicaciones entre ellos, sus personas cercanas, todo ello asentado dentro de
los EE.UU., todo accesible a los servicios de Inteligencia de EE.UU. Facebook,
Google, Yahoo, todas esas grandes organizaciones estadounidenses tienen
interfaces incorporadas para ser usadas por la Inteligencia de EE. UU., dijo hace
años Julian Assange, famoso programador y activista, actualmente preso en Reino
Unido y sometido a un proceso de extradición a Estados Unidos, que no le
perdona filtraciones de datos que exhibieron crímenes de guerra del gobierno de
ese país en Irak, entre otras informaciones comprometedoras.
Por
su parte, Brittany Kaiser, asesora de campaña de Trump en 2016, escribió un
libro llamado La dictadura de los datos, sobre la información personal obtenida
de Facebook por la empresa Cambridge Analytica para operar a favor de la
campaña presidencial. Según ella, la empresa “poseía entre 2 mil y 5 mil puntos
de datos individuales (información personal) sobre cada individuo mayor de 18
años de edad de Estados Unidos. Eso ascendía a unos doscientos cuarenta millones
de personas”. Con esos datos enviaban mensajes casi personalizados según los
gustos y tendencias de cada votante y la gente votó influida grandemente por
esos mensajes afines a lo que piensa y siente, recibidos sin consultarle.
En
México nunca se aclaró lo que estaba atrás del clamoroso éxito de AMLO en las
redes sociales en 2018. No se entendía el impulso recibido de los poderosos
dueños de esas redes, que están entre los más ricos del mundo, para detonar la
inconformidad contra los partidos que habían gobernado México (muy mal, por
cierto) hasta entonces y convertir a López Obrador en presidente de la
República, salvo que hubiera un pacto explícito o tácito para permitirle un
ascenso arrollador, pero sin cambiar esencialmente el papel geopolítico de México.
Hay muchos ejemplos en Venezuela,
Brasil, Cuba, Ecuador, Rusia, China, Bolivia, Nicaragua, entre otros, para
demostrar que esos poderes mediáticos trasnacionales, no se comportan nunca
neutralmente en los procesos internos de los países y son capaces de intervenir
y manipular las redes sociales y otros medios de comunicación para poner en
jaque a cualquiera que no comulgue con sus ideas y ponga en peligro sus
intereses económicos. Así que, uno se pregunta: ¿de repente no les importó que
en México llegara al poder la izquierda? ¿O eran valores entendidos a partir de
que el nuevo gobierno en realidad no haría nada que verdaderamente cambiara al
capitalismo mexicano y lo volviera menos dependiente de los Estados Unidos? La
respuesta puede encontrarse en los resultados; transcurridos más de 5 años del
sexenio morenista, el capitalismo mexicano está intacto y la desigualdad es aún
más brutal; los ricos son ahora más ricos que antes y los millones de
trabajadores se hunden más en la pobreza, pero sometidos a un control
clientelar en el que están ausentes la organización, la lucha popular y la
consciencia de que merecen gobernar ellos y gozar de la riqueza que producen.
Pero AMLO siempre difundió ese súbito éxito
suyo en las redes sociales como un auténtico y espontáneo movimiento de
simpatía popular a su candidatura y no como una popularidad “cilindreada”
artificialmente para hacer crecer sus hashtags. Así lo reportó Forbes, en una
nota publicada en noviembre del 2018: “Andrés Manuel López Obrador se presentó
por primera vez al país como virtual presidente de México. Sus primeras
palabras tras la victoria estuvieron cargadas de sentimentalismo, y uno de los
momentos de mayor júbilo fue cuando el futuro mandatario agradeció a las que
llamó “las benditas redes sociales”. Desde su perspectiva, básicamente fueron
estos nuevos canales de comunicación los que le permitieron conectarse con sus
votantes y conseguir llevarse la contienda por poco más de 30% sobre sus
adversarios, algo nunca visto desde que hay elecciones reales en el país”.
Desde entonces y durante varios años
alimentó la bendición presidencial a las redes, aunque en más de una ocasión
hubo quien exhibió que había millones de cuentas falsas automatizadas y un
ejército de empleados operando varias cuentas cada uno para simular el apoyo a
su gestión de gobierno. “Él tiene un equipo detrás de granjas de bots que dicen
y celebran lo que hace y ponen en la conversación cosas que no son 100%
ciertas; ese fanatismo va mucho con los seguidores y esto es lo que genera las
falsas interacciones” (Expansión, 2 de diciembre 2022).
Así que el presidente tendrá que
explicarle a los mexicanos por qué ahora que las redes hablan mal de él y su
gobierno, han dejado de ser benditas. Cuando lo apoyaron electoralmente en
2018, ¿fue pura bondad a cambio de nada? ¿Ahora que lo atacan están
manipuladas, compradas y llenas de bots, pero cuando lo apoyaron para llegar a
la presidencia, olían a santidad, era el pueblo bueno tuiteando de tiempo
completo y no había granjas de bots? ¿Cómo justificará que ahora, con toda
razón, exige pruebas a quienes lo atacan en las redes, pero el nunca se ha
molestado de presentar pruebas de sus múltiples acusaciones lanzadas a sus
adversarios a través de operaciones en las redes? Pero creo que estoy pecando
de ingenuidad: como siempre, no explicará nada porque la lógica y la coherencia
ideológica no son lo suyo. Cada quien tendrá que sacar sus propias conclusiones.
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