ALCOHÓLICOS
ANÓNIMOS, p. 58
Qué
asombrosa es la revelación que el mundo, y todos sus habitantes, pueden arreglárselas
bien conmigo o sin mí. Qué alivio el saber que la gente, las cosas y los
lugares estarán perfectamente bien sin mi control y dirección. Y qué
indeciblemente maravilloso llegar a creer que un Poder superior a mí mismo
existe aparte e independientemente de mí mismo. Creo que desaparecerá algún día
la impresión que experimento de separación entre Dios y yo. Mientras tanto, la
fe ha de servir como la senda hacia el centro de mi vida.
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