“En el
instante en que dejé de debatir, pude empezar a ver y sentir. En ese momento,
el Segundo Paso, sutil y gradualmente, empezó a infiltrarse en mi vida. No
puedo fijar ni la ocasión ni el día preciso en que llegué a creer en un Poder
superior a mí mismo, pero sin duda ahora tengo esa creencia. Para llegar a
tenerla, sólo tenía que dejar de luchar y ponerme a practicar el resto del
programa de A.A. con el mayor entusiasmo posible”.
DOCE
PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 25
Después
de haberme entregado durante años a la “desenfrenada obstinación”, el Segundo
Paso fue para mí una gloriosa liberación de estar a solas. Ahora no encuentro
en mi camino nada demasiado penoso, o que no se pueda superar. Siempre hay
alguien aquí para compartir conmigo las cargas de la vida. El Segundo Paso
llegó a ser una forma de reforzar mi relación con Dios, y ahora me doy cuenta
de que mi locura y mi ego estaban curiosamente vinculados. Para quitarme de
aquélla, tengo que entregar éste a uno mucho más ancho de hombros que yo.
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