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viernes, 16 de febrero de 2024

El inicio de la Cuaresma

 


 Salvador Encarnación

 

Apenas si terminamos con los recuerdos de los tamales del día de la Candelaria cuando, oh sorpresa, llega el Miércoles de Ceniza y su comida de cuaresma.



Atrás quedaron aquellas frases de “largo como la cuaresma”. Mi padre era músico y durante esos cuarenta días el trabajo disminuía. “Dios aprieta pero no ahorca” le decía mi abuela a manera de consuelo. Dos que tres veces se fueron de güipa, a San Blas o a Compostela.  A mi padre no le gustó andar en busca de trabajo. Cuando su orquesta salía era porque había contrato de por medio. Otros grupos musicales de Zacoalco iban a esas poblaciones, además a la Virocha, Nayarit.


            Una vez, platicando en la apacible plaza de Apulco, don Federico Munguía, el cronista de Sayula, expresó: “Este silencio de Cuaresma”. De inmediato, el cronista de san Gabriel, don Enrique Trujillo, le contestó: “Lo malo es que aquí dura toooodo el año”.  




Los lutos y silencios de la cuaresma quedaron en la historia. De aquellos tiempos, se conserva la rica gastronomía que suple a las carnes rojas principalmente. Rica ahora, porque en la niñez el puro olor a pescado era la señal del sufrimiento.


Ya de adolescente el paladar cambia. Los camarones abren el gusto: en coctel, a la diabla, zarandeados… Y más si van acompañados de una cerveza.           


Mi tío Martín acostumbraba ayunar el Miércoles de Ceniza y los Viernes de Cuaresma. Mis tías, presurosas, se pasaban esos días preparando las viandas porque “Martín anda en ayunas”.  Desayunaba, el tío Martín, un jarro grande lleno de leche con un picón de Guadalajara y una fruta. A la una, ya tenía hambre. Mis tías tenían listo el caldo michi, las tortitas de camarón seco con nopales, los chiles rellenos en caldo, los frijoles blancos con camarón, el arroz en leche y la capirotada. Se comía en silencio respetando el sacrifico de mi tío. La cena era igual que el desayuno. Era un ayuno como de ocho mil calorías.





Acudir al templo a recibir la ceniza fue una costumbre respetada. “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Era la frase al momento que el sacerdote dejaba caer la brizna de ceniza sobre la cabeza. Ríos de feligreses salían con la mancha en la frente o pelo.


Este Miércoles de Ceniza en casa comimos las tortitas de camarón, tacos de natas con rajas de chile poblano, frijoles blancos con camarón y agua fresca de guayaba. Y unas nueces para amenizar la plática final. Acá no ayunamos.


Esta vez, el Miércoles de Ceniza coincidió con el día de san Vale. La ceniza fue opacada por los ramos de flores y las cartas de amor. La venta estuvo en grande en todas las florerías y tiendas de regalos.


Empezamos otra temporada del año. El Miércoles de Ceniza de este año de 2024, estuvo marcado por un intenso frío que amenaza con terminar hasta el domingo.    



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