Apenas
si terminamos con los recuerdos de los tamales del día de la Candelaria cuando,
oh sorpresa, llega el Miércoles de Ceniza y su comida de cuaresma.
Atrás
quedaron aquellas frases de “largo como la cuaresma”. Mi padre era músico y
durante esos cuarenta días el trabajo disminuía. “Dios aprieta pero no ahorca”
le decía mi abuela a manera de consuelo. Dos que tres veces se fueron de güipa,
a San Blas o a Compostela. A mi padre no
le gustó andar en busca de trabajo. Cuando su orquesta salía era porque había
contrato de por medio. Otros grupos musicales de Zacoalco iban a esas
poblaciones, además a la Virocha, Nayarit.
Una vez, platicando en la apacible
plaza de Apulco, don Federico Munguía, el cronista de Sayula, expresó: “Este
silencio de Cuaresma”. De inmediato, el cronista de san Gabriel, don Enrique
Trujillo, le contestó: “Lo malo es que aquí dura toooodo el año”.
Los lutos y silencios de la cuaresma quedaron en la historia. De aquellos tiempos, se conserva la rica gastronomía que suple a las carnes rojas principalmente. Rica ahora, porque en la niñez el puro olor a pescado era la señal del sufrimiento.
Ya de
adolescente el paladar cambia. Los camarones abren el gusto: en coctel, a la
diabla, zarandeados… Y más si van acompañados de una cerveza.
Mi tío
Martín acostumbraba ayunar el Miércoles de Ceniza y los Viernes de Cuaresma.
Mis tías, presurosas, se pasaban esos días preparando las viandas porque
“Martín anda en ayunas”. Desayunaba, el
tío Martín, un jarro grande lleno de leche con un picón de Guadalajara y una
fruta. A la una, ya tenía hambre. Mis tías tenían listo el caldo michi, las
tortitas de camarón seco con nopales, los chiles rellenos en caldo, los
frijoles blancos con camarón, el arroz en leche y la capirotada. Se comía en
silencio respetando el sacrifico de mi tío. La cena era igual que el desayuno.
Era un ayuno como de ocho mil calorías.
Acudir
al templo a recibir la ceniza fue una costumbre respetada. “Polvo eres y en
polvo te convertirás”. Era la frase al momento que el sacerdote dejaba caer la
brizna de ceniza sobre la cabeza. Ríos de feligreses salían con la mancha en la
frente o pelo.
Este
Miércoles de Ceniza en casa comimos las tortitas de camarón, tacos de natas con
rajas de chile poblano, frijoles blancos con camarón y agua fresca de guayaba.
Y unas nueces para amenizar la plática final. Acá no ayunamos.
Esta
vez, el Miércoles de Ceniza coincidió con el día de san Vale. La ceniza fue
opacada por los ramos de flores y las cartas de amor. La venta estuvo en grande
en todas las florerías y tiendas de regalos.
Empezamos
otra temporada del año. El Miércoles de Ceniza de este año de 2024, estuvo
marcado por un intenso frío que amenaza con terminar hasta el domingo.
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