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viernes, 9 de febrero de 2024

Adiós a las corridas de toros



 Salvador Encarnación

 

Los toros, la fiesta brava, la luz y sombra, está en tela de juicio. El respeto a la vida y el no causarle dolor a un ser vivo crece día con día entre la sociedad. Vemos a ciudadanos portando mantas y lanzando exclamaciones de repudio. “La fiesta del arte” emiten los amantes de la fiesta taurina. “El sufrimiento de un animal”, exponen los detractores. “Eso no es arte, es, mínimo, sadismo”. Agregan los defensores.




            Ahora se tiene presente que las corridas de toros son el sufrimiento de un animal. Una fiesta (?) donde su base es el sufrimiento del toro (se reitera). “Para bajarlo” de vigor, el picador le hinca un rejón y desde ahí da inicio el martirio. Herido, el toro todavía tiene que soportar, en el segundo tercio, las seis banderillas que son unos palos adornados con papel picado y finaliza cada uno en un arpón metálico (clavo). Dicen los amantes de la tauromaquia que las banderillas no bajan al toro en su bravura, sino que simplemente lo avivan, lo preparan para el último tercio. Por eso a las banderillas se les nombra también avivadores. Falso. Seis clavos enterrados en el lomo lastiman a cualquier ser vivo.  


            A finales del siglo pasado, años noventa, esa afición se quejaba de que ya nadie iba a los toros. Decían ellos que era por la falta de calidad de los encierros o del cartel. No se escucharon quejas de costos altos. Pero no llenaban.





Desde aquellos años “la fiesta brava” viene a la baja. Cambió el gusto de las nuevas generaciones, los menores de cuarenta años, y se trocó por las jineteadas. Ésta actividad sigue creciendo apoyada por la música de banda. No es lo mismo montar un toro a matarlo.


En lo que respecta al sur de Jalisco, aquellos llenos de plaza, en corridas de lidia, quedaron en las fotografías y en la mente de los ahora sobrevivientes. Sayula y Atoyac, por citar dos pueblos, sus habitantes abarrotaban las localidades. Ahora esas inmensas construcciones están vacías la mayor parte del año.


En México, personalidades han tenido el gusto taurino. María Félix y Agustín Lara fueron dos de ellos. La bella se lucía en la sombra del coso inundada por las miradas del público. A su lado, sereno, Agustín el compositor de moda. Ramón Vargas, el tenor, contó una anécdota: Ella, María Félix, empezó a sentir una atracción por el torero Silverio. Agustín, inteligente, le compuso el bellísimo paso doble Silverio: “Silverio, torero estrella/ el príncipe milagro de la fiesta más bella/ Carmelo que está en el cielo/ se asoma a verte torear…” El torero al escuchar la composición emprendió la retirada.  





El autollamado ambientalista y diputado panista Gabriel Quadri (el candidato de la maestra), acudió a la corrida de toros, en la reapertura de la Plaza México, días pasados. Puro en boca, se tomó la foto ante el lleno de la Monumental (42,000 espectadores).  Y afirmó: “Fiesta brava en la Plaza México. Majestuosos animales, libertad, tradición, arte, entrega, pasión.” (Eduardo Dina. El Universal). Y lo tundieron en las redes sociales.


En la reapertura de la Monumental se dijo con orgullo: “Triunfó la libertad”. La libertad de hacer sufrir a un animal, es la respuesta.


La predicción: En la historia quedarán las corridas de lidia. Llegará un día, ojalá y pronto, que las plazas de toros se conserven como viejos monumentos donde se martirizaba por gusto a un animal. Serán estudiadas, entre otras, como obras de ingeniería.


El paso de tauromaquia deja huellas, aparte de las plazas. Quedarán las pinturas de Pablo Picasso en las galerías o los pasos dobles, entre ellos: Cielo andaluz, El gato montés, El relicario… como piezas musicales para bailar. Muy bellas.     


El movimiento antitaurino sigue creciendo. El negocio de la tauromaquia está vislumbrando su final.

 



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