José
Luis Vivar
Alrededor
de la película El Mago de Oz (Dir: Victor Fleming, 1939), se han publicado
infinidad de libros y documentales sobre lo que sucedió detrás de cámaras. Ese
conjunto de pasajes sensacionalistas ha logrado crear una verdadera leyenda
negra. Comenzando por lo mal que la pasó Judy Garland (Dorothy): gritos,
insultos, una estricta dieta a que fue sometida, y los desmayos que tuvo en el
set por las extensas jornadas de trabajo. Algo
similar sucedió con sus compañeros de reparto: Ray Bolger (Espantapájaros);
Jack Haley (Hombre de Hojalata); Bert Lahr (León Cobarde) y Margaret Hamilton
(Malvada Bruja del Oeste), quienes sufrieron por los trajes y el maquillaje. En
sus rostros y cuerpos quedaron huellas permanentes por lesiones y quemaduras.
Sin embargo, todo lo anterior se vino sabiendo muchos años después del estreno
de la mencionada cinta.
Basada en la
novela de L. Frank Baum (publicada en 1900), El Mago de Oz es una joya del
Séptimo Arte que se mantiene en el gusto del público de todas edades. Y aunque
se han realizado diferentes versiones, el musical de Fleming permanece vigente.
Por algo la revista Hollywood Reporter la considera una de las 20 mejores
películas de todos los tiempos. Ocupa el segundo lugar, quedando arriba del Ciudadano
Kane (Dir. Orson Welles, 1941), y por debajo de la triunfadora: El
Padrino (Dir. Francis Ford Coppola, 1972).
Debido a eso, no
es ninguna casualidad que todo lo relacionado con la producción cinematográfica
utilizada como es utilería, vestuario y demás objetos se hayan puesto a la
venta, se mantengan celosamente guardados o se expongan en museos relacionados
con la temática del mundo de Oz.
Tal es el caso de uno
de los cuatro pares de zapatillas que utilizó Judy Garland y que se exhibían en
un local de Grand Rapids, Minnesota, lugar de nacimiento de la actriz, y que
estaban aseguradas por un millón de dólares. Esto no impidió que una noche a
finales de agosto de 2005, el ladrón o ladrones rompieran la vitrina y robaran
el par, atraídos más por los rubíes de adorno, que por el valor histórico. Y de
ahí no se supo nada.
Fue hasta 2018 que
el FBI logró recuperarlas. En ese entonces no se dieron detalles ni tampoco
hubo arrestos. Pero el pasado mayo, después de diecisiete años del atraco, se
anunció la detención de Terry Martin, un septuagenario que tenía su domicilio a
solo veinte kilómetros de Grand Papids, a quien de comprobársele el delito
podría pasar diez años en prisión.
Hasta el momento
no han regresado las zapatillas de Dorothy al museo, pero las autoridades esperan
que en cualquier momento lo hagan, ya no para seguir el camino amarillo y
conducir a su dueña hasta el Mago de Oz, sino para que mantener vivo el mito de
este clásico cinematográfico.
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