Fernando G. Castolo*
Es una
tarde apacible y algunos viejos recuerdos vienen a mi memoria. Era un niño. Iba
al Jardín de Niños "Justo Sierra", a un costado del vernáculo templo
de la Tercera Orden, sobre la calle Humboldt. Mis hermanos mayores cursaban la
primaria en la "José Clemente Orozco".
Eran
los tiempos de los famosos álbumes, grandes cuadernos temáticos coleccionables,
en los que había hojas vacías con diminutos espacios rectangulares. Cada uno de
esos diminutos espacios era el lugar para pegar una "cartita". Esas
"cartitas" se compraban aparte, en sobres donde venían una o más.
Abrir los pequeños sobres y descubrir en su interior alguna "cartita"
que no teníamos era la maravilla. Pero, si por alguna razón ya contábamos con
ella, entonces las intercambiábamos con los amiguitos. Al paso de la vista de
las "cartitas" uno iba expresando: "ya, ya, ya..." Y, de
repente, un "¡esa no!" Y, en ese momento, se ofrecía a cambio alguna
que no tuviese dicho amiguito.
Toda
esa parafernalia se realizaba en torno a una papelería ubicada sobre la calle
Gordoa, en la boca calle de General Anaya (hoy Padre Munguía). El propietario
de la papelería era el personaje más popular entre la chiquillada que, a
diario, abarrotábamos el expendio. Le conocimos como "El Güero
Lares". Le recuerdo como un señor mayor, de cabellos blancos, de estatura
baja. A veces era un poco gruñón y no era para menos dado que, sin duda, con
tantos infantes era difícil lidiar.
La
papelería estaba adornada en su fachada con unos azulejos brillosos en tonos
azules. Había un gran aparador donde se exhibían las novedades papeleras. La
finca se encontraba rematada por unos artísticos jarrones dispuestos de forma
equidistante. El aroma del expendio era igualmente maravilloso. Todo olía a
maderas finas: papeles, cartulinas, lápices, uniceles, pegamentos, etc... Este
es mi humilde homenaje a ese singular personaje de mi niñez: "El Güero
Lares"....
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