José Luis Vivar
Con
el fallecimiento de José Agustín (1944-2024) finaliza una época de escritores que
en su momento brillaron por publicar libros que estaban dedicados a los jóvenes
de los años sesenta del Siglo XX. Al lado de Parménides García Saldaña
(1940-1982), Gustavo Sáenz (1940-2015) y René Avilés Fabila (1940-2016),
formaron parte de una nueva era en la Literatura.
Las historias de la vida rural, de
los caudillos revolucionarios y de los conflictos en el campo, quedaron atrás y
en su lugar aparecieron temas relacionados con el Rock, las drogas, el sexo, las
frustraciones, los anhelos, y la difícil comunicación en el mundo los adultos.
La irrupción en la escena literaria
trajo consigo detractores que minimizaban su trabajo. Eran muchos quienes los atacaban
desde sus trincheras en revistas y periódicos. Una de sus acérrimas críticas,
Margo Glantz, los nombró de forma despectiva autores de la Onda. Porque para
ella, escribir con lenguaje coloquial, utilizando palabras altisonantes,
expresiones en inglés o francés, atentaba contra la tradición mexicana de las
letras.
José Agustín siempre negó ser encasillado
como un escritor juvenil. Le molestaba que lo llamaran de esa forma. Si bien es
cierto que sus dos primeras novelas: La Tumba (1964) y De Perfil (1966), tratan
sobre adolescentes, el resto de su obra es variada, aunque seguido los
protagonistas eran precisamente jóvenes.
Incursionó en el cuento, el ensayo, el
guionismo, la crónica, el teatro y el periodismo. Aunque para conocerlo a fondo
se deben leer sus autobiografías, de manera particular El Rock de la Cárcel,
donde entre otras cosas narra su vida como maestro en el programa de
alfabetización en Cuba, y sus días como preso en Lecumberri, donde además de
escribir su novela Se Está Haciendo Tarde (Final en la Laguna), conoció al
escritor José Revueltas, con quien tiempo después escribiría el guion de El
Apando.
Rebelde, desinhibido, incontrolable,
lo definía Vicente Leñero en los años sesenta, con el tiempo se convirtió en
alguien reflexivo, analítico y observador de la vida. Fiel al estudio y a la
consulta del I Ching, desarrolló una conducta espiritual que lo acompañaría
hasta el último de sus días.
La obra literaria de José Agustín
está vigente y sigue ganando adeptos, aunque en su momento se deslindó del
culto a su persona. Fiel a sí mismo, escribió sobre los hippies, aunque jamás
fue uno de ellos. Criticó al sistema político mexicano, pero nunca se declaró
admirador de Marx o Engels. Y como Huxley experimentó con drogas y plasmó sus
experiencias.
Finalmente, dio voz al sentir de su
generación, pero también a las que venían detrás. Despojó a la Literatura de toda
pompa solemne, y la hizo accesible sin que perdiera su nivel de calidad.
Inspiró a muchos jóvenes a convertirse en escritores, y eso siempre se lo
agradeceré.
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