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domingo, 7 de enero de 2024

Fantasmas japoneses




 

La Vida Continúa

 

José Luis Vivar

 

Hace poco se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, llama la atención las cifras elevadas a nivel mundial de personas que padecen algún tipo de trastorno. En el caso concreto de nuestro país, se observa cómo siguen al alza los casos de depresión y de ansiedad en hombres y mujeres de todas las edades, sin importar el lugar o el estrato social al cual pertenecen.

 



            Pero, mientras en México se observan estos y otros padecimientos, hay algo muy particular que sucede en Japón desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial, pero que se ha acrecentado en los últimos años, y es el fenómeno de los llamados Johatsu, o personas evaporadas, como los ha nombrado el gobierno. Una extraña práctica que consiste en desaparecer súbitamente sin dejar rastro, y sin llevar consigo ninguna clase de pertenencia, lo cual deja en claro que no cargan ni siquiera con el teléfono celular.

 

            Las razones son variadas y, entre ellas, pueden mencionarse: el hastío existencial, la convivencia familiar, amigos y compañeros de la escuela o del trabajo; cuestiones económicas como negocios en quiebra o deudas por juegos de azar. Asimismo se menciona la violencia de género como causa principal entre muchas mujeres.

 

Siendo Japón un país rico en tradiciones culturales y en conceptos tan arraigados como el honor, la vergüenza y la disciplina, propician entre sus habitantes una mentalidad distinta a la de Occidente, y por eso mismo cuesta entenderla. El fracaso en diversos ámbitos como en los estudios o en el campo laboral son motivo de degradación y de estigma en la sociedad y al interior de la familia. Por eso muchos japoneses optan por el suicidio o por convertirse en Johatsu. Se estima que alrededor de dos mil doscientas personas desaparecen al año.

 




Los seres queridos de estos ausentes suelen buscar indicios de su paradero en sus objetos personales, amistades, y por último en las comisarías policíacas sin obtener ningún resultado, porque cuando una persona renuncia a su identidad, deja de existir para el Estado. Además, el gobierno nipón protege la privacidad de sus ciudadanos, y solo revelan datos cuando hay de por medio una denuncia penal grave.

 

Entonces ¿a dónde van los Johatsu? Se sabe que habitan en zonas marginadas de Tokio y otras poblaciones. Son verdaderos fantasmas que sobreviven en la más absoluta miseria. Como almas en pena cargan el peso de sus fracasos, de sus culpas y de sus tristezas. O por el contrario: se sienten felices de ser nadie, de no existir para Japón y el resto del mundo. Un auténtica práctica del Individualismo, donde el Ser prevalece en la más absoluta y primitiva libertad.

 

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