La
Vida Continúa
José Luis Vivar
Hace
poco se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, llama la atención las cifras
elevadas a nivel mundial de personas que padecen algún tipo de trastorno. En el
caso concreto de nuestro país, se observa cómo siguen al alza los casos de
depresión y de ansiedad en hombres y mujeres de todas las edades, sin importar el
lugar o el estrato social al cual pertenecen.
Pero, mientras en México se observan
estos y otros padecimientos, hay algo muy particular que sucede en Japón desde que
finalizó la Segunda Guerra Mundial, pero que se ha acrecentado en los últimos
años, y es el fenómeno de los llamados Johatsu, o personas evaporadas, como los
ha nombrado el gobierno. Una extraña práctica que consiste en desaparecer
súbitamente sin dejar rastro, y sin llevar consigo ninguna clase de
pertenencia, lo cual deja en claro que no cargan ni siquiera con el teléfono
celular.
Las razones son variadas y, entre ellas,
pueden mencionarse: el hastío existencial, la convivencia familiar, amigos y
compañeros de la escuela o del trabajo; cuestiones económicas como negocios en
quiebra o deudas por juegos de azar. Asimismo se menciona la violencia de
género como causa principal entre muchas mujeres.
Siendo
Japón un país rico en tradiciones culturales y en conceptos tan arraigados como
el honor, la vergüenza y la disciplina, propician entre sus habitantes una
mentalidad distinta a la de Occidente, y por eso mismo cuesta entenderla. El
fracaso en diversos ámbitos como en los estudios o en el campo laboral son
motivo de degradación y de estigma en la sociedad y al interior de la familia.
Por eso muchos japoneses optan por el suicidio o por convertirse en Johatsu. Se
estima que alrededor de dos mil doscientas personas desaparecen al año.
Los
seres queridos de estos ausentes suelen buscar indicios de su paradero en sus objetos
personales, amistades, y por último en las comisarías policíacas sin obtener ningún
resultado, porque cuando una persona renuncia a su identidad, deja de existir
para el Estado. Además, el gobierno nipón protege la privacidad de sus
ciudadanos, y solo revelan datos cuando hay de por medio una denuncia penal
grave.
Entonces
¿a dónde van los Johatsu? Se sabe que habitan en zonas marginadas de Tokio y
otras poblaciones. Son verdaderos fantasmas que sobreviven en la más absoluta miseria.
Como almas en pena cargan el peso de sus fracasos, de sus culpas y de sus
tristezas. O por el contrario: se sienten felices de ser nadie, de no existir
para Japón y el resto del mundo. Un auténtica práctica del Individualismo,
donde el Ser prevalece en la más absoluta y primitiva libertad.
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