Víctor
Hugo Prado
En el Diario
Excélsior, Carlos Matienzo, politólogo por la UNAM. Maestro en seguridad y
resolución de conflictos por la Universidad de Columbia, advierte que las
elecciones que se llevarán a cabo el dos de junio de este año y que anteceden
con tres meses de campaña entre tres contendientes a la Presidencia de la
República, “enfrentarán una realidad inescapable que se traduce en que el poder
de las armas pese más que el voto”.
Este
2024, señala, “viviremos las elecciones más grandes de la historia en el contexto
de mayor violencia en las últimas siete décadas”. En su argumentación refiere
un conteo realizado en la firma de inteligencia Datalnt, entre el 1º de julio
de 2023 y el 15 de enero de 2024, en donde se identifica a 58 personas
asesinadas, potencialmente vinculadas al proceso electoral. Aspirantes,
familiares de políticos o miembros de partidos han sido las víctimas. Se
entremezclan con los procesos políticos con zonas donde existen conflictos
criminales activos, entre los que se incluyen las disputas de los territorios
de grupos contrarios ligados a la delincuencia.
Refiere,
que muchas regiones ya son dominadas por organizaciones criminales que asumen
la atribución de “castigar” a políticos que no cumplen con sus expectativas o
que no se alinean a sus intereses. En algunos municipios rurales hay pocos que
deciden ser candidatos. Saben que muchos alcaldes han sufrido las presiones de
los grupos criminales para obtener recursos de sus arcas, imponer funcionarios,
entre ellos los de seguridad pública, en gran medida para facilitar sus
operaciones. El nivel de control es tal que, incluso los grupos organizados
emiten facturas de empresas a los municipios para justificar las erogaciones.
Si
en las pasadas elecciones de 2018 y 2021 se vio un importante activismo
político de grupos vinculados con la delincuencia en diferentes estados y
regiones del país, hoy más que nunca se verá a estos, moviendo a potenciales
electores a apoyar y votar por quien mejor les representen sus intereses,
convirtiéndose en el fiel de la balanza.
Cierra
señalando y coincido con ello, “Durante décadas nos hemos concentrado en
construir una democracia por la vía institucional; que garantice equidad. Pero
si el crimen nos arrebata la oportunidad de votar por algún candidato o se
convierte en el gran elector, de nada servirá instalar la mayoría de las urnas
y contar los votos con pulcritud. La violencia es el mayor reto que enfrenta
nuestro país y no podremos hablar de democracia plena en tanto no se cumpla la
más básica de sus funciones civilizatorias: dirimir la lucha por el poder en
paz”.
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