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domingo, 14 de enero de 2024

El sangriento negocio de la guerra en el capitalismo

 


 

Homero Aguirre Enríquez

 

Estados Unidos, el símbolo del capitalismo mundial, es todavía el país más rico y también donde más se concentra la riqueza en pocas manos. El 1 por ciento de la población, llamados mil millonarios, posee el 40.5 por ciento de la riqueza nacional. La brecha entre los estadounidenses más ricos y los más pobres es, literalmente, un abismo insalvable.



 

Lograr esa gran riqueza y concentrarla en pocas manos ha requerido no solo un gran desarrollo tecnológico y mucha laboriosidad de los trabajadores de todo el mundo para producirla, sino la creación de un aparato militar que garantice mercados en todo el planeta y el flujo de la riqueza así obtenida a la plutocracia estadounidense: una fuerza armada que contenga las protestas internas y sea capaz de apoderarse por la fuerza de territorios, recursos y flujos financieros de otras naciones.

 

Para dominar al mundo, Estados Unidos construyó el llamado Complejo Industrial Militar, alimentado con el dinero de los contribuyentes estadounidenses, a los que otra maquinaria ideológica igualmente poderosa trata de convencer de que viven en el mejor de los mundos posibles y Estados Unidos es el paladín de la democracia y la libertad. Dejemos que sin rodeos uno de sus representantes nos confiese sus intenciones: “El plan para los EE.UU. es dominar el mundo. Se habla de unilateralismo, pero esto realmente se trata de una cuestión de dominación. Es una demanda para que los Estados Unidos mantengan su abrumadora superioridad y para evitar que nuevos rivales surjan y se levanten a desafiarlo en el escenario mundial. Es una demanda de dominación tanto sobre amigos y enemigos por igual. No expresa que los EE.UU. deben ser más poderosos, o el más poderoso, sino que deben ser absoluta y abrumadoramente poderosos”.: Dick Cheney, vicepresidente de EE.UU., en un discurso a los cadetes en West Point en 2002.

 




Esa maquinaria industrial-militar se desarrolló grandemente durante la llamada guerra fría, en la que la Unión Soviética era el rival en turno y “el combate al comunismo” era el pretexto ideal para destinarle sumas millonarias de dólares al ejército norteamericano y a la producción de armas que les permitieran a EE.UU. avanzar en su plan de dominio mundial. Tan importante era el rival soviético y lo que el conflicto detonaba en términos de producción armamentistica norteamericana, que  llevó a George Kennan, promotor de evitar un choque directo con la URSS, a decir que “Si la Unión Soviética se hundiera mañana bajo las aguas del océano, el complejo industrial-militar estadounidense tendría que seguir existiendo, sin cambios sustanciales, hasta que inventáramos algún otro adversario. Cualquier otra cosa sería un choque inaceptable para la economía estadounidense”. La Unión Soviética no se hundió bajo las aguas pero dejó de existir en 1991, a pesar de lo cual, como planteaba Kennan, el complejo militar-industrial no solo permaneció sino que creció como nunca antes, inventó nuevos adversarios, impuso 800 bases militares en todos los continentes y desató una embestida de nuevas guerras protagonizadas o respaldadas por Estados Unidos en todo el planeta.

 

Una descripción sintética de ese aparato industrial-militar, de su poder económico, político y mediático, la podemos leer en este texto: “Esa economía tiene su centro o entramado en el llamado Complejo Militar Industrial, que incluye principalmente las industrias fabricantes de armas, medios y equipos militares, sus contratistas, subcontratistas y suministradores de componentes, todo tipo de insumos y servicios, los que le proporcionan cimentar una extensa red de intereses a lo largo del país.

 

Ahora bien, ese Complejo militar cuenta también con grupos de presión (lobbys) y políticos dóciles en la capital del país, funcionarios de alto nivel del gobierno y buena llegada con las oficinas legislativas importantes, el aparato “civil” del Pentágono y de sus cuerpos armados así como toda una red de funcionarios y burócratas afines.

 

Tiene ramificaciones en sofisticados centros de investigación, tanques pensantes, universidades, así como con altos ejecutivos de los grandes medios de difusión y otros a lo largo del país, firmas de propaganda y relaciones públicas y toda una extensa red de ideólogos, entidades públicas y privadas. También lo integran compañías militares privadas, subcontratadas para múltiples servicios bélicos, que han proliferado mucho en las últimas décadas… Las grandes empresas, los contratistas de primer nivel son solo seis: Lockheed Martin, Northrop Grumman, Raytheon, General Dynamics, BAE Systems y Boeing. (alainet.org, 20 de agosto 2019).

 




Ese enorme aparato de fabricación de armas, entrenamiento de ejércitos e influenciador político, dotado del presupuesto más grande de toda la historia en país alguno, es el encargado de garantizar los negocios del capital norteamericano y de evitar que surjan competidores capaces de frenar la hegemonía de Estados Unidos. Lo había logrado sin competidor, hasta que afortunadamente para la humanidad se fortalecieron y se le opusieron China, Rusia y otros países, como potencias económicas y militares.

 

Millones de personas han muerto en las guerras detonadas por los Estados Unidos, en las que los agresores no se ha tocado el corazón para bombardear ciudades y matar a decenas de miles de civiles en un solo día. Lo que les importa es la otra cara de la moneda, la de las ganancias fabulosas que deja la venta de armamento y los jugosos contratos asociados a la guerra. Cuando estalló la guerra en Ucrania, a las empresas de armamento les fue muy bien: “Las empresas estadounidenses de armamento ganan en Wall Street a más de año y medio del inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania. Las acciones que más suben en Bolsa son las de Northrop Grumman, principal fabricante de buques de guerra en Estados Unidos, con un rendimiento de 14.32% desde el inicio del conflicto bélico. Le sigue Lockheed Martin (el mayor contratista militar del gobierno estadounidense) que repunta 12.93 por ciento…” (EL ECONOMISTA, 20 de septiembre 2023).

 

Lo mismo ocurrió al dar inicio el reciente genocidio de Israel contra Palestina, genocidio apoyado por Estados Unidos: “Las acciones de las empresas de armamento militar más grandes del mundo han repuntado en Bolsa desde el inicio del conflicto armado entre Israel y la milicia Hamás en la frontera de Gaza que estalló este fin de semana.

 

La que más gana en Wall Street es la estadounidense Northrop Grumman… La también estadounidense Lockheed Martin gana 8.58% desde el inicio del conflicto.

Northrop Grumman es el principal fabricante de buques de guerra en Estados Unidos, Lockheed Martin es el principal contratista militar del gobierno estadounidense, mientras que General Dynamics fabrica aeronaves, carros de combate y misiles” (El ECONOMISTA, 10 de octubre 2023).

 




Hay que detener al imperialismo y apoyar a quienes le hacen contrapeso, o de lo contrario se harán realidad los versos de Sara Teasdale:

 

“Y nadie sabrá de la guerra, a nadie

Preocupará cuando al fin haya acabado.

 

A nadie le importaría, ni al pájaro ni al árbol,

Si toda la humanidad pereciera;

 

Y la propia Primavera, cuando despertara al alba,

Apenas se daría cuenta de nuestra partida”.


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