Homero
Aguirre Enríquez
Estados
Unidos, el símbolo del capitalismo mundial, es todavía el país más rico y
también donde más se concentra la riqueza en pocas manos. El 1 por ciento de la
población, llamados mil millonarios, posee el 40.5 por ciento de la riqueza
nacional. La brecha entre los estadounidenses más ricos y los más pobres es,
literalmente, un abismo insalvable.
Lograr
esa gran riqueza y concentrarla en pocas manos ha requerido no solo un gran
desarrollo tecnológico y mucha laboriosidad de los trabajadores de todo el
mundo para producirla, sino la creación de un aparato militar que garantice
mercados en todo el planeta y el flujo de la riqueza así obtenida a la
plutocracia estadounidense: una fuerza armada que contenga las protestas
internas y sea capaz de apoderarse por la fuerza de territorios, recursos y
flujos financieros de otras naciones.
Para
dominar al mundo, Estados Unidos construyó el llamado Complejo Industrial
Militar, alimentado con el dinero de los contribuyentes estadounidenses, a los
que otra maquinaria ideológica igualmente poderosa trata de convencer de que
viven en el mejor de los mundos posibles y Estados Unidos es el paladín de la
democracia y la libertad. Dejemos que sin rodeos uno de sus representantes nos
confiese sus intenciones: “El plan para los EE.UU. es dominar el mundo. Se
habla de unilateralismo, pero esto realmente se trata de una cuestión de
dominación. Es una demanda para que los Estados Unidos mantengan su abrumadora
superioridad y para evitar que nuevos rivales surjan y se levanten a desafiarlo
en el escenario mundial. Es una demanda de dominación tanto sobre amigos y
enemigos por igual. No expresa que los EE.UU. deben ser más poderosos, o el más
poderoso, sino que deben ser absoluta y abrumadoramente poderosos”.: Dick
Cheney, vicepresidente de EE.UU., en un discurso a los cadetes en West Point en
2002.
Esa
maquinaria industrial-militar se desarrolló grandemente durante la llamada
guerra fría, en la que la Unión Soviética era el rival en turno y “el combate
al comunismo” era el pretexto ideal para destinarle sumas millonarias de
dólares al ejército norteamericano y a la producción de armas que les
permitieran a EE.UU. avanzar en su plan de dominio mundial. Tan importante era
el rival soviético y lo que el conflicto detonaba en términos de producción
armamentistica norteamericana, que llevó
a George Kennan, promotor de evitar un choque directo con la URSS, a decir que
“Si la Unión Soviética se hundiera mañana bajo las aguas del océano, el
complejo industrial-militar estadounidense tendría que seguir existiendo, sin
cambios sustanciales, hasta que inventáramos algún otro adversario. Cualquier
otra cosa sería un choque inaceptable para la economía estadounidense”. La
Unión Soviética no se hundió bajo las aguas pero dejó de existir en 1991, a
pesar de lo cual, como planteaba Kennan, el complejo militar-industrial no solo
permaneció sino que creció como nunca antes, inventó nuevos adversarios, impuso
800 bases militares en todos los continentes y desató una embestida de nuevas
guerras protagonizadas o respaldadas por Estados Unidos en todo el planeta.
Una
descripción sintética de ese aparato industrial-militar, de su poder económico,
político y mediático, la podemos leer en este texto: “Esa economía tiene su
centro o entramado en el llamado Complejo Militar Industrial, que incluye
principalmente las industrias fabricantes de armas, medios y equipos militares,
sus contratistas, subcontratistas y suministradores de componentes, todo tipo
de insumos y servicios, los que le proporcionan cimentar una extensa red de
intereses a lo largo del país.
Ahora
bien, ese Complejo militar cuenta también con grupos de presión (lobbys) y
políticos dóciles en la capital del país, funcionarios de alto nivel del
gobierno y buena llegada con las oficinas legislativas importantes, el aparato
“civil” del Pentágono y de sus cuerpos armados así como toda una red de funcionarios
y burócratas afines.
Tiene
ramificaciones en sofisticados centros de investigación, tanques pensantes,
universidades, así como con altos ejecutivos de los grandes medios de difusión
y otros a lo largo del país, firmas de propaganda y relaciones públicas y toda
una extensa red de ideólogos, entidades públicas y privadas. También lo
integran compañías militares privadas, subcontratadas para múltiples servicios
bélicos, que han proliferado mucho en las últimas décadas… Las grandes
empresas, los contratistas de primer nivel son solo seis: Lockheed Martin,
Northrop Grumman, Raytheon, General Dynamics, BAE Systems y Boeing.
(alainet.org, 20 de agosto 2019).
Ese
enorme aparato de fabricación de armas, entrenamiento de ejércitos e
influenciador político, dotado del presupuesto más grande de toda la historia
en país alguno, es el encargado de garantizar los negocios del capital
norteamericano y de evitar que surjan competidores capaces de frenar la
hegemonía de Estados Unidos. Lo había logrado sin competidor, hasta que
afortunadamente para la humanidad se fortalecieron y se le opusieron China,
Rusia y otros países, como potencias económicas y militares.
Millones
de personas han muerto en las guerras detonadas por los Estados Unidos, en las
que los agresores no se ha tocado el corazón para bombardear ciudades y matar a
decenas de miles de civiles en un solo día. Lo que les importa es la otra cara
de la moneda, la de las ganancias fabulosas que deja la venta de armamento y
los jugosos contratos asociados a la guerra. Cuando estalló la guerra en
Ucrania, a las empresas de armamento les fue muy bien: “Las empresas
estadounidenses de armamento ganan en Wall Street a más de año y medio del
inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania. Las acciones que más suben en Bolsa
son las de Northrop Grumman, principal fabricante de buques de guerra en
Estados Unidos, con un rendimiento de 14.32% desde el inicio del conflicto
bélico. Le sigue Lockheed Martin (el mayor contratista militar del gobierno
estadounidense) que repunta 12.93 por ciento…” (EL ECONOMISTA, 20 de septiembre
2023).
Lo
mismo ocurrió al dar inicio el reciente genocidio de Israel contra Palestina,
genocidio apoyado por Estados Unidos: “Las acciones de las empresas de
armamento militar más grandes del mundo han repuntado en Bolsa desde el inicio
del conflicto armado entre Israel y la milicia Hamás en la frontera de Gaza que
estalló este fin de semana.
La
que más gana en Wall Street es la estadounidense Northrop Grumman… La también
estadounidense Lockheed Martin gana 8.58% desde el inicio del conflicto.
Northrop
Grumman es el principal fabricante de buques de guerra en Estados Unidos,
Lockheed Martin es el principal contratista militar del gobierno
estadounidense, mientras que General Dynamics fabrica aeronaves, carros de
combate y misiles” (El ECONOMISTA, 10 de octubre 2023).
Hay
que detener al imperialismo y apoyar a quienes le hacen contrapeso, o de lo
contrario se harán realidad los versos de Sara Teasdale:
“Y
nadie sabrá de la guerra, a nadie
Preocupará
cuando al fin haya acabado.
A nadie
le importaría, ni al pájaro ni al árbol,
Si toda
la humanidad pereciera;
Y la
propia Primavera, cuando despertara al alba,
Apenas
se daría cuenta de nuestra partida”.
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