Homero Aguirre
Enríquez
También, en la preocupante crisis ambiental que
padece el planeta encontramos que la responsabilidad mayor es de esa
minoría que se enriquece con la explotación rapaz del trabajo
humano y de la naturaleza, que son, como dijo William Petty, padre y
madre, respectivamente, de la riqueza. No todos somos igualmente
responsables de que el aire, el agua y la tierra de nuestro planeta
estén contaminados, de que se haya alterado el clima y que, como
resultado de las alteraciones, detonen desastres y muertes a gran
escala que incluso amenacen la existencia de la Tierra.
La
propaganda dominante, financiada por las grandes empresas
contaminantes, pretende hacer responsable a “la humanidad”, así,
en general, del deterioro ambiental que amenaza con acabar con la
vida en el planeta; busca colocar en la mente de todos los seres
humanos una especie de responsabilidad igualitaria, un empate moral
en el que todos somos igualmente culpables de ensuciar la Tierra, esa
sí hogar común y único de todos los seres vivos, a tal grado que
ya se convulsiona casi hasta la muerte.
Pero la mano que mece
la cuna de esa campaña para lavarle la cara a los verdaderos
culpables la podemos encontrar entre los capitalistas más
adinerados. Ellos son los grandes responsables y beneficiarios de la
contaminación del mundo que habitamos. “El 1 % más rico del
planeta (cerca de 63 millones de personas) es responsable de más del
doble de las emisiones de carbono que las que producen los 3, 100
millones de personas que conforman la mitad más pobre de la
humanidad”, denuncia la OXFAM en un reciente y elocuente
informe.
Pero no sólo ensucian el aire, los grandes
capitalistas también empuercan el agua, donde se originó la vida:
“La industria es uno de los mayores contaminantes de los recursos
hídricos, anualmente vierte entre 300 y 500 millones de toneladas
de metales pesados, disolventes, lodos tóxicos y otros residuos.
Estos contaminantes convierten el agua en no potable al tiempo que
contaminan y matan los peces, que suponen una importante fuente de
proteínas para gran parte de la población, en especial los más
pobres. También existe el peligro de que el agua contaminada se
transfiera a la cadena trófica mediante su uso en agricultura o por
captación directa de las plantas o la vida animal”… “En los
países en vías de desarrollo, el 70% de los residuos industriales
se vierten a las aguas sin tratamiento alguno” (ONU, reporte de
2011).
¿Renunciarán las grandes empresas a engañar a
los consumidores y ganar la competencia a otras, mediante empaques
plásticos, más baratos, atractivos y “prácticos”, que se usan
y se tiran en un instante creando montañas de basura? La respuesta
negativa es casi obvia; no renunciarán, aunque eso ensucie las
aguas, genere basureros e intoxique animales, plantas y personas. “El
excesivo embalaje de un solo uso es innecesario, problemático y es
uno de los usos de plástico más ofensivos y dañinos. A pesar de
las peticiones de un enfoque de «economía circular» para el
embalaje, miles de marcas y corporaciones insisten en envolver sus
alimentos, productos para el hogar y para el cuidado personal en este
material contaminante y tóxico. Mientras la creciente producción
global de plástico supera los 330 millones de toneladas métricas
por año, millones de toneladas de contaminación plástica entran
y obstruyen nuestros ríos, océanos y vertederos cada año,
contaminando la naturaleza y saturando los sistemas locales de
gestión de residuos. Se calcula que, en total, se produjeron 8,300
millones de toneladas métricas de plástico desde la década de
1950; mientras que investigaciones recientes muestran que solo el 9%
se ha reciclado, el 12% ha sido incinerado y el 80% restante ha
terminado principalmente en vertederos, océanos o están perdidos
en el medio ambiente”…. “Nuestro análisis revela a los
principales contaminadores del mundo. Coca-Cola, PepsiCo, Nestlé,
Danone, Mondelez International, Procter & Gamble, Unilever,
Perfetti van Melle, Mars Incorporated y Colgate-Palmolive son las 10
principales marcas corporativas encontradas en la contaminación
plástica recolectada en los 6 continentes”, publicó Greenpeace.
Los afectados, como siempre, son los más pobres y marginados.
Según los datos de OXFAM, “las sequías, las inundaciones, los
incendios y las tormentas afectan antes y en mayor medida a las
comunidades más pobres y excluidas, provocando temporadas de cultivo
impredecibles y malogrando cosechas y, con ello, induciendo un
drástico aumento de los precios de los alimentos. Los habitantes de
los países de rentas bajas y medias tienen cinco veces más
posibilidades de verse obligados a desplazarse debido a desastres
provocados por fenómenos meteorológicos extremos y repentinos que
quienes viven en países de renta alta”. Como una muestra, dolorosa
y cercana a los mexicanos, de que esto es cierto, tenemos el impacto
que el huracán Otis provocó en la población más pobre de
Acapulco, que por decenas de miles ha empezado a desplazarse a otros
lugares en busca de comida, casa, medicinas y trabajo.
Pero
México no es la excepción, la afectación a los más pobres debido
a fenómenos “naturales” (como se les sigue diciendo aunque la
causa de que la naturaleza se altere no es natural sino
responsabilidad de quienes se enriquecen alterando a la naturaleza y
a los hombres mediante la explotación a toda costa) es mundial,
según reporta el Banco Mundial en un informe del 2022: “De todas
las muertes causadas por peligros relacionados con fenómenos
atmosféricos, el clima y el agua, el 91% se produjo en economías en
desarrollo, según la clasificación de los países establecida por
las Naciones Unidas, que abarca desde 1970 hasta 2019. La proporción
es similar a la que se registra en la clasificación de los países
del Banco Mundial, donde el 82 % de las muertes ocurrieron en países
de ingreso bajo y mediano bajo. Y agrega “Desde 1980, a nivel
mundial, los desastres ocasionados por peligros naturales han causado
la muerte de más de 2,5 millones de personas y pérdidas, después
de ajustarlas según la inflación, cercanas a USD 6 billones. El
total de daños aumentó en cerca de 350%, de USD 52 mil millones
anuales en la década de 1980 a USD 207 mil millones anuales en el
último decenio y a USD 232 mil millones en los tres primeros años
de la década de 2020.
Ayer dio inicio en Dubai una Cumbre
Climática mundial (llamada COP28), la enésima, para discutir
internacionalmente el deterioro ambiental y “tomar medidas” para
contrarrestarlo. Desde ahora podemos predecir que, a pesar de las
buenas intenciones de algunos participantes, la crisis climática
seguirá aumentando en gravedad y amenazando con extinguir la vida en
la Tierra, incluyendo -como dijo Engels- “su floración más alta,
el espíritu pensante”, mientras el capitalismo y su apetito
insaciable de riqueza dominen al mundo sin que los pueblos
organizados le hagan contrapeso y lo derriben sustituyéndolo por una
sociedad verdaderamente humana, que proteja como algo insustituible
la naturaleza en todas sus admirables e irrepetibles manifestaciones.
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