A.A. es algo más que un conjunto de
principios; es una sociedad de alcohólicos en acción. Debemos
llevar el mensaje, pues, de no hacerlo, nosotros mismos podemos
marchitarnos y aquellos a quienes no se les ha comunicado la verdad,
pueden perecer.
— Como lo ve Bill, p. 13
Yo
tenía un deseo desesperado de vivir, pero si iba a lograrlo, tenía
que participar activamente en nuestro programa. Me uní a lo que se
convertiría en mi grupo, donde abría el local, hacía el café y me
ocupaba de la limpieza. Llevaba sobrio tres meses cuando un veterano
me dijo que yo estaba haciendo trabajo de Paso Doce. ¡Qué
satisfactorio fue saberlo! Sentí que realmente estaba logrando algo.
Dios me había dado una segunda oportunidad, A.A. me había enseñado
el camino y estos dones eran no sólo gratuitos sino inapreciables.
La alegría de ver desarrollarse a los recién llegados me recuerda
de dónde vine, dónde estoy y las ilimitadas posibilidades que tengo
por delante.
Tengo que asistir a las reuniones porque en ellas
recargo mis baterías para tener luz cuando la necesite. Soy un
principiante en el servicio, pero ya estoy recibiendo más de lo que
doy. No puedo conservarlo a menos que lo dé a otros. Yo soy
responsable cuando otro pide ayuda. Yo quiero estar allí — sobrio.
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