Brasil Acosta Peña*
En
los tiempos que corren, nadie duda de que el desarrollo de la
tecnología llegó para quedarse y del importante papel que juega en
la sociedad moderna; sin embargo, al igual que la maquinaria, cuando
nació en el desarrollo del capitalismo, en el siglo xix, en vez de
convertirse en un elemento que atenuara y simplificara el trabajo del
hombre, lo que hizo fue, primero, quitarle las herramientas de la
mano a los trabajadores con lo cual simplificó los procesos,
convirtiendo a los obreros en simples apéndices de la máquina. Con
ello, el capital logró reducir los salarios por dos razones:
primero, porque las actividades debido a la máquina se simplificaron
y ameritaban, por lo tanto, una menor capacitación y, segundo,
porque los trabajadores desplazados por la maquinaria, se
convirtieron en desempleados, pero, al propio tiempo, en un elemento
para presionar a quienes tenían trabajo, pues, con tal de no perder
el puesto que tienen, estaban dispuestos a todo: a los peores
maltratos e, incluso, a recibir un salario miserable, con tal de no
perder su puesto de trabajo.
La maquinaria, a su vez,
requería de trabajadores que la alimentaran, que la vigilaran, que
le auxiliaran y es así como los trabajadores se convierten en un
apéndice de la máquina y, dada su velocidad de funcionamiento,
someten a los obreros a un incremento de la intensidad del trabajo,
que se ve reflejado en el excelente filme Tiempos modernos, de
Charles Chaplin. En conclusión, la maquinaria, que debió ser un
gran alivio para los trabajadores del mundo, como lo señala Marx en
su gran obra El Capital, resulta que en manos de los capitalistas se
convirtió en su contrario, es decir, en un factor para empeorar las
condiciones de vida, de explotación y de trabajo de los
obreros.
De la misma manera, el descubrimiento y, sobre
todo, el empleo de la energía nuclear es un arma de doble filo, pues
puede ser aprovechada en positivo para la generación de energías
limpias; pero puede ser mal utilizada, como energía destructiva, tal
como la usó Estados Unidos para matar a las poblaciones inocentes de
Hiroshima y Nagasaki. Así, la telefonía celular y los llamados
“teléfonos inteligentes” pueden ser benéficos para el
desarrollo de la sociedad, pero también pueden convertirse en un
problema de enajenación, control y vigilancia de la
sociedad.
Creemos que esto último es lo que ha pasado.
Los teléfonos celulares, que fueron creados en un inicio como un
mecanismo para generar una comunicación efectiva entre los seres
humanos, se han convertido en un factor de manipulación y de control
de la sociedad con la introducción y desarrollo de los “teléfonos
inteligentes” y las redes sociales. Veamos.
Según el
Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) en 2013 había 23
líneas móviles por cada 100 habitantes; para 2022, por cada 100
habitantes, existían 93 líneas, es decir, un incremento del 304 por
ciento. El IFT señala que: “Las líneas del servicio móvil de
acceso a Internet llegaron a 119.9 millones en diciembre de 2022, lo
que implica un aumento anual de 9.5 por ciento. (IFT Comunicado
72/2023. 17 julio)”. En la página de internet Statista se señala
que: “según datos de 22, más del 79 por ciento de la población
mexicana mayor a seis años de edad son usuarios de un teléfono
celular o smartphone. En comparación con 2015, la tasa de
penetración de los teléfonos móviles se ha incrementado 7.7 puntos
porcentuales en la población mexicana”.
Pues bien,
estos datos revelan que los mexicanos, entre ellos los niños y
jóvenes, tienen acceso a esos teléfonos celulares. La misma página
nos dice que: “En 2022, aproximadamente 98 millones de personas
eran usuarios de redes sociales en México. Se prevé que esta cifra
supere los 120 millones en 2027. A principios de 2021, el porcentaje
de la población mexicana con acceso a redes sociales alcanzó el 77
por ciento”. Como se ve, se tiene acceso a las redes y se tiene el
aparato para lograrlo.
Ahora bien, como dijimos, las
redes sociales pueden ser útiles, pero también pueden ser un motivo
de manipulación; pero ¿cómo se alcanza el control de las mentes
juveniles? Por poner un ejemplo, escuché una entrevista de una
sicóloga española que le fue a visitar un abogado que le dijo que
antes leía mucho al llegar a su casa del trabajo; sin embargo, de
pronto se dio cuenta que había sustituido la lectura por el uso del
TikTok. La doctora hacía hincapié en que las empresas proveedoras
de servicios de las redes sociales deberían dejar, entre video y
video de TikTok unos cinco segundos, para permitirle al cerebro
prepararse, de lo contrario, dijo la doctora, el cerebro generará
dopaminas y no tendrá tiempo de distinguir si se trata de una
realidad real, perdón por la repetición, o una realidad virtual.
Por ello, el uso excesivo de las redes sociales genera dopamina y,
por tanto, nos hace adictos, con todas las consecuencias derivadas de
una adicción similar a sustancias como la cocaína, la heroína,
etc.
“El sistema dopaminérgico desempeña un papel
fundamental en nuestra experiencia al utilizar las redes sociales. La
liberación de dopamina en respuesta a las interacciones y
recompensas sociales en estas plataformas puede generar una sensación
de placer y satisfacción. Sin embargo, es importante tener en cuenta
que el uso excesivo de las redes sociales y la búsqueda constante de
validación pueden tener consecuencias negativas para nuestra salud
mental, como la ansiedad, la depresión y la soledad”.
Los
datos revelan condiciones alarmantes. El Inegi publica que “En
México, las muertes por suicidio han aumentado. En 2017, la tasa de
suicidio fue de 5.3 por cada 100 mil habitantes (seis mil 494); para
2022, de 6.3 (ocho mil 123). Esto equivale a mil 629 suicidios más
en 2022 con respecto a los ocurridos en 2017… Los datos anteriores
se traducen en que ocho de cada 10 fallecimientos por suicidios (81.3
por ciento) ocurren en hombres y dos de cada 10, en mujeres (18.7 por
ciento)”.
¿Cómo controlan hoy día a las juventudes?
Manteniendo a los jóvenes el mayor tiempo posible en las redes
sociales y ello lo logran generando algoritmos que aportan
información que a los jóvenes les agrada y repitiéndola de forma
personalizada, en función de las búsquedas de cada joven. También,
mediante el desarrollo de videojuegos para el teléfono móvil. De
esta manera, entre más tiempo esté el joven pegado al teléfono, en
esa medida se generará una mayor cantidad de “químicos de la
felicidad”, entre ellos la dopamina, y se alcanzará la adicción.
Además, los contenidos que les mandan a los jóvenes no son, por lo
regular, contenidos de carácter educativo, sino contenidos que
tienden a llevarlo a no pensar, a no razonar, a no discernir entre lo
bueno y lo malo. Es así como hoy en día los jóvenes no saben a
ciencia cierta qué quieren ser en el futuro, pero sí dicen querer
ser influencers, en otras palabras, ganar mucho con poco esfuerzo;
eso representa una ilusión más, pues la realidad no opera así.
La
construcción de una sociedad mejor y más justa amerita grandes
esfuerzos para convencer a los jóvenes para que cambien sus hábitos
y dejen poco a poco la enajenación de las redes sociales, abrazando
el estudio, la preocupación y ocupación de los problemas sociales,
la lucha por una sociedad más justa y mejor, en vez de estar horas
metidos en los videojuegos, en los TikTok enajenantes, en las redes
sociales manipuladoras. La tarea no es sencilla, pero tampoco tenemos
alternativa si queremos rescatar a las generaciones futuras y
construir una patria más justa y mejor para todos.
*Diputado federal.
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