José Luis Vivar
Desde
los tiempos en que el ser humano habitaba en las cavernas la muerte
estuvo presente. Entendió que su presencia era algo inevitable. Por
eso algunos le tuvieron miedo y otros la hicieron en su aliada. No
obstante, se convirtió en una entidad antagonista de quien daba el
soplo de la vida.
Fue
así como llegó a convertirse en un personaje, primero de leyendas
contadas en la noche alrededor de una fogata. Tiempo después,
cuando fue posible inmortalizar las palabras a través del cincel
sobre las piedras, enseguida utilizando el papiro y otros
materiales, hasta llegar al papel, la muerte adquiere cuerpo, rostro
y un abanico de nombres.
La
Literatura la integra a sus historias porque la inmortalidad no
pertenece a los seres humanos sino a los dioses. Morir es la
terminación de una vida, es el final de finales.
Desde la
antigüedad, en todos los pueblos del mundo, tanto los libros
sagrados como los que no lo son, hablan de la muerte, con lo cual se
demuestra que a nadie le resulta ajena o indiferente.
Abreviando
la Historia, con la aparición de los géneros literarios en la
cultura helénica, da inicio el camino de las Letras, y sobresalen
ejemplos que hoy son referentes en la Literatura. Bastan mencionar
La Ilíada y La Odisea de Homero para entender que los conflictos
existenciales de quienes vivieron en la antigüedad son en esencia
los mismos que seguimos padeciendo. Y que entre bondad y maldad se
encuentra la muerte esperando una oportunidad para realizar su
trabajo.
Pero
es con la aparición de La Divina Comedia de Dante Aligheri, que se
abre una perspectiva distinta a lo que significa la vida después de
la muerte. El poeta florentino establece rutas para las almas que
abandonan este mundo, y vayan al lugar que les corresponde, de
acuerdo a su comportamiento ético y moral que tuvieron mientras
vivían.
Infierno, Purgatorio y Gloria son escenarios donde los
participantes de los dos primeros sufren, y los terceros gozan de la
eternidad. Una de las lecciones de este extenso poema es que no hay
descanso para los pecadores ni felicidad gratuita para las buenas
personas. La trascendencia del alma hace ver a la muerte como la
puerta que conduce a la otredad, a lo que no estamos seguros de
concebir.
Para
William Shakespeare en cambio la muerte es una veta infinita, una
posibilidad para explorar la conciencia y las emociones de hombres y
mujeres, lo mismo nobles y aristócratas que simples mortales. Se
sirve de la muerte como desenlace trágico en Romeo y Julieta, o
como punto de partida y venganza en Hamlet. En las obras del poeta
de Avon el acto de morir es más que un símbolo, es una constante.
En
otro tenor, podemos atestiguar cómo en las páginas de Don Quijote
de la Mancha, su autor Miguel de Cervantes expone y reflexiona en
torno a la muerte. De hecho, el personaje principal, don Alonso de
Quijano muere al final, aunque su fallecimiento es una metáfora
porque deja en libertad el espíritu aventurero del personaje
principal.
Avanzando
en el tiempo, destacan otras obras de gran importancia que ilustran
el binomio Literatura/Muerte. Ante la falta de espacio me resta
señalar tres autores de la Literatura Universal que tratan este
tema en una forma tan especial que sin proponérselo han establecido
paradigmas que lo mismo han servido como influencia o plagio en
otros escritores.
Mary
Shelley, autora de la novela Frankenstein relata las vicisitudes del
Dr. Víctor -del apellido que da título al libro-, quien no solo
quiere revivir a un muerto, sino que al ir formando un nuevo ser,
utilizando distintas partes de cadáveres termina por traer a la
vida una criatura abominable de la cual se avergüenza y arrepiente.
Las muertes de sus seres queridos en manos del monstruo, llenan de
amargura y tristeza al hombre que se atrevió a desafiar a la
muerte.
Otra
notable novela es Pedro Páramo de Juan Rulfo, cuyo atractivo
principal es el coro de personajes que relatan sus vivencias y
padecimientos en torno a ese hombre de piedra por su crueldad y
ambición, que al igual que ellos es un muerto. Sin embargo, lo más
interesante es que todos en esta historia también están muertos,
aunque algunos como Juan Preciado lo ignora, por eso no se explican
por qué no puede conducir su caballo a Sayula.
Como punto
final a este periplo se encuentra Cementerio de Mascotas de Stephen
King. Novela que retoma el tema de la resurrección en el pasaje
bíblica de Lázaro. Como en otras obras mencionadas, el reto de
vencer a la muerte es tomado por un padre afligido que vio a su hijo
pequeño morir aplastado por un tráiler en la carretera.
Sintiéndose
culpable por la desgracia que lastima a su familia recurre a
realizar un rito prohibido, una acción condenable que pone en
riesgo la salvación de su alma.
Detrás de un cementerio de
mascotas se encuentran vestigios de un antiguo panteón indio, donde
según cuentan, todo cuerpo inanimado que es enterrado en ese lugar
regresa con vida.
Pese
a las advertencias de un viejo que le ha contado de ese lugar, y de
un joven fantasma, el hombre no se detienen y sepulta el cadáver de
su pequeño hijo.
Sin
embargo, lo que regresa no es un niño inocente sino un ser
diabólico que en vez de devolver la alegría a la familia, siembra
el terror y la muerte de todos sus integrantes.
La Ficción
como elemento vital de la Literatura permite conocer cada día
nuevas propuestas sobre el tema de la Muerte. Aunque debe
reconocerse que también algunas veces se repiten viejos esquemas.
Pero
independientemente de eso, la búsqueda de muchos autores por darle
una explicación al final biológico humano deja entre ver que la
angustia de saber que la vida humana tiene un límite los motiva a
inventar o a explicarse por qué no podemos ser eternos o por qué
no podemos regresar de la muerte.
Mientras
sigan existiendo esas dudas, tendremos sufren te material para
seguir leyendo, para seguir imaginando.
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