Víctor Hugo Prado
El huracán Otis suscitado en Acapulco le ha pegado un golpe casi mortal a un destino turístico construido y desarrollado en gran medida por el esfuerzo permanente de sus pobladores, entre los que se incluyen trabajadores, empresarios hoteleros, restauranteros, inmobiliarios, artesanos, prestadores de servicios turísticos, pescadores, amas de casa, entre muchos otros más. Las imágenes y testimonios que vemos a diario así lo revelan. Los sentimientos que provocan las reacciones de gobiernos frente a la tragedia han ido transitando de la sorpresa a la incredulidad, alcanzando la rabia y la impotencia.
Tres tragedias vivió Acapulco con Otis, la primera fue la de la embestida del huracán mismo y su fuerza destructora de viento y agua, medida en nivel cinco, arrasando viviendas, hoteles, restaurantes, barcas de pescadores, yates, infraestructura urbana yo todo lo que encontró a su paso. La naturaleza atentó contra la naturaleza, vidas arrancadas desde la raíz, dejando desolación y muerte.
La segunda, fue la inefectividad del gobierno llámese
federal, estatal o municipal. Primero para advertir la amenaza que se
aproximaba. Una investigación documental realizada por la
organización Mexicanos Contra la Corrupción, pone al desnudo que,
“con al menos 10 horas y media de anticipación, el Centro Nacional
de Huracanes de EU advirtió de la catástrofe que estaba por ocurrir
en Acapulco y recomendó acelerar los preparativos para proteger
vidas. Las alertas continuaron y a las 8 de la noche, cuatro horas
antes del impacto, los especialistas anticiparon “un escenario de
pesadilla”. Pese a las constantes alertas, las autoridades
mexicanas reaccionaron de manera tardía. Y posterior al impacto del
Huracán, las acciones gubernamentales han dado pena ajena, desde
señalar que no nos fue tan mal, pasando por afirmar que los
damnificados pasarán una dulce navidad, por no tener claro cuantos
municipios fueron afectados, si 47 o solo dos; cuestionar las
legítimas protestas y no asignar, al menos hasta hoy, en el
presupuesto de 2024 recursos extraordinarios, porque lo de los
fideicomisos de la Corte no cuentan.
La tercera, la de la
intervención del crimen organizado en el Puerto, pero que tiene
presencia en todo el estado de Guerrero. A través de ellos, se gestó
el saqueo, ese que justificó la presidenta municipal, señalando que
era un acto de “cohesión social”. Aguilar Camín, escribe en
Milenio hoy que “la rapiña no fue popular, fue profesional, fue
espontanea en parte. En la versión que él reproduce, cita a Héctor
de Mauleón, quien escribió, que dos cárteles coordinaron el asalto
a almacenes y tiendas caras. Moviendo a taxistas, transportistas y
ambulantes que tienen bajo su control. Saquearon 30 de 86 sucursales
bancarias. Se llevaron, óigalo bien, cajeros automáticos que
estaban empotrados en paredes, usando sopletes y cadenas para
arrancarlos.
La tragedia para Acapulco no terminará hasta
verlo de pie, con su gente trabajando, con turistas llegando. Por lo
pronto, si podemos ayudar, hagámoslo ya.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario