miércoles, 8 de noviembre de 2023

Las tragedias de Acapulco


 


Víctor Hugo Prado



El huracán Otis suscitado en Acapulco le ha pegado un golpe casi mortal a un destino turístico construido y desarrollado en gran medida por el esfuerzo permanente de sus pobladores, entre los que se incluyen trabajadores, empresarios hoteleros, restauranteros, inmobiliarios, artesanos, prestadores de servicios turísticos, pescadores, amas de casa, entre muchos otros más. Las imágenes y testimonios que vemos a diario así lo revelan. Los sentimientos que provocan las reacciones de gobiernos frente a la tragedia han ido transitando de la sorpresa a la incredulidad, alcanzando la rabia y la impotencia.




Tres tragedias vivió Acapulco con Otis, la primera fue la de la embestida del huracán mismo y su fuerza destructora de viento y agua, medida en nivel cinco, arrasando viviendas, hoteles, restaurantes, barcas de pescadores, yates, infraestructura urbana yo todo lo que encontró a su paso. La naturaleza atentó contra la naturaleza, vidas arrancadas desde la raíz, dejando desolación y muerte.


La segunda, fue la inefectividad del gobierno llámese federal, estatal o municipal. Primero para advertir la amenaza que se aproximaba. Una investigación documental realizada por la organización Mexicanos Contra la Corrupción, pone al desnudo que, “con al menos 10 horas y media de anticipación, el Centro Nacional de Huracanes de EU advirtió de la catástrofe que estaba por ocurrir en Acapulco y recomendó acelerar los preparativos para proteger vidas. Las alertas continuaron y a las 8 de la noche, cuatro horas antes del impacto, los especialistas anticiparon “un escenario de pesadilla”. Pese a las constantes alertas, las autoridades mexicanas reaccionaron de manera tardía. Y posterior al impacto del Huracán, las acciones gubernamentales han dado pena ajena, desde señalar que no nos fue tan mal, pasando por afirmar que los damnificados pasarán una dulce navidad, por no tener claro cuantos municipios fueron afectados, si 47 o solo dos; cuestionar las legítimas protestas y no asignar, al menos hasta hoy, en el presupuesto de 2024 recursos extraordinarios, porque lo de los fideicomisos de la Corte no cuentan.





La tercera, la de la intervención del crimen organizado en el Puerto, pero que tiene presencia en todo el estado de Guerrero. A través de ellos, se gestó el saqueo, ese que justificó la presidenta municipal, señalando que era un acto de “cohesión social”. Aguilar Camín, escribe en Milenio hoy que “la rapiña no fue popular, fue profesional, fue espontanea en parte. En la versión que él reproduce, cita a Héctor de Mauleón, quien escribió, que dos cárteles coordinaron el asalto a almacenes y tiendas caras. Moviendo a taxistas, transportistas y ambulantes que tienen bajo su control. Saquearon 30 de 86 sucursales bancarias. Se llevaron, óigalo bien, cajeros automáticos que estaban empotrados en paredes, usando sopletes y cadenas para arrancarlos.


La tragedia para Acapulco no terminará hasta verlo de pie, con su gente trabajando, con turistas llegando. Por lo pronto, si podemos ayudar, hagámoslo ya.





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