Víctor
Hugo Prado
Esta semana el jurado de la Academia del Instituto Karolinska de Estocolmo Suecia concedió el Premio Nobel de Medicina a Katalin Karikó y Drew Weissman por la vacuna contra la Covid 19 basada en la molécula ARN mensajero. La bioquímica húngara Karikó, ha pasado 40 años trabajando, se dice, en la sombra, desarrollando avances claves que luego utilizaron en sus inyecciones los laboratorios Moderna y BioNTech.
Por razones de tiempo solo hablaré de Karikó, cuya historia está basada en el estudio entregado, en el trabajo arduo, en probar con recurrencia el ensayo y error, en nunca darse por vencida, en la perseverancia como religión. Quizá ello, la llevó a entender que cuando una puerta se cierra, siempre habrá una ventana por abrirse. La científica de la que hoy hablo, estudió Biología en Hungría, luego el doctorado en Estados Unidos y en su actividad ha tenido interacciones con científicos y empresas de distintas partes del mundo.
El jurado del premio expresó “los descubrimientos de los dos premios Nobel fueron fundamentales para desarrollar vacunas de ARN mensajero, eficaces contra la COVID-19 durante la pandemia que comenzó a principios de 2020. A través de sus descubrimientos innovadores, que han cambiado fundamentalmente nuestra comprensión de cómo interactúa el ARNm con nuestro sistema inmunológico, los galardonados contribuyeron a la tasa sin precedentes de desarrollo de vacunas durante una de las mayores amenazas a la salud humana en los tiempos modernos”.
Mientras que en muchas partes del mundo hay esfuerzos denodados por lograr que la ciencia alcance niveles muy altos que podrían solucionar problemas complejos de las sociedades. En México se han reducido a su máximo nivel histórico. Por ejemplo, mientras que en 2015 se apoyó a mil 112 personas becarias, señala Ricardo Raphael en Milenio, para estudiar en universidades ubicadas en la frontera del conocimiento global, tanto en ciencias duras como en humanidades, en 2022 el gobierno solo apoyó a 274 candidaturas y en 2023 apoyará solo a 49 estudiantes. Todo en consonancia de una mal entendida política de austeridad, una concepción errónea de la ciencia dividiéndola en neoliberal y nacionalista o por la ocurrencia de combatir enfermedades graves con estampitas.
No se entiende que las beca y apoyos financieros para realizar investigaciones yestancias en el extranjero ofrecen mejores oportunidades de preparación para los profesionales, que la especialización es fundamental y porque muchas de las universidades extranjeras cuentan con la calidad o la infraestructura necesaria. Contar con mejores profesionales es un imperativo que permite mejorar paulatinamente el progreso académico nacional, apuntando al desarrollo de investigaciones y descubrimientos competentes.
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