domingo, 8 de octubre de 2023

El verbo más odiado de nuestro idioma


 

Ramón Moreno Rodríguez


Como dice Sandro Cohen en su afamado manual Redacción sin dolor, el gerundio es el verbo que a todos nos encanta odiar. Y tiene razón. No hay duda alguna de que la partícula más compleja de dominar que tiene nuestra lengua es este verboide. Si para nosotros, hablantes nativos se nos complica poderlo usar de manera correcta, y todas las explicaciones teóricas que hay respecto de él se nos hacen difíciles de entender, imagínese el lector lo complejo que será el mismo asunto para un hablante no nativo. Es decir, para quien está aprendiendo nuestra lengua desde la perspectiva cuya lengua materna es el inglés o el mandarín. Nadie dudaría que para estas personas implica un reto aún más complejo.



Las causas de estas dificultades son varias, van desde su condición arcaizante, el matiz tan preciso que expresa y que en otras lenguas no existe, la condición de poderse usar como verbo, como adjetivo o como adverbio o las posibilidades de usarse solo o combinado con verbos conjugados. En estos últimos casos una definición dice, casi como un trabalenguas, que un gerundio indica una acción pasada anterior a otra también pasada.


Pero nosotros evitaremos, en lo posible, en esta ocasión, todo referencia teórica, ya sea morfológica o sintáctica. Procuraremos remitirnos al fenómeno de su uso en casos concretos y lo explicaremos de la manera que nos sea lo más sencillo posible. Empecemos por decir, pues, que el uso incorrecto del gerundio está muy generalizado en todo el ámbito hispánico, aunque en México no lo usamos tan incorrectamente como en otros países, es decir, los mexicanos podemos caer en el bache menos veces que los hablantes de otros países, sea por caso, España. También hay espacios profesionales donde más se presenta su uso viciado y desagradable. Es una plaga terrible en la redacción de los abogados, los tribunales y los periodistas. En particular, la Wikipedia es un refugio en donde se esconden las formas más atroces de usar bárbaramente el gerundio.


Quizá la forma más extendida de su incorrección tenga que ver con que se lo utiliza para indicar una relación causa-efecto. Entendámonos, la naturaleza del gerundio no le permite hacer tales funciones, pues su condición natural, que es indicar una acción continuada, hace absurdas esas construcciones. Veamos: cayó un avión muriendo 103 personas. Como el lector lo puede notar, aquí se dice una causa (caer un avión) y su efecto inevitable (morir 103 personas). Si se analiza el sentido del enunciado, da la sensación de que, mientras va cayendo el avión, a su vez van muriendo las personas, lo cual es a todas luces absurdo.






La solución para el uso correcto del gerundio pasa inevitablemente (no hay otra posibilidad aunque algunos redactores inexpertos se aferren buscando otras opciones) por quitarlo; es decir, hay que usar en su lugar un verbo conjugado. El anterior enunciado queda correctamente escrito si usamos el verbo en modo indicativo: cayó un avión; murieron 103 personas. Una vez hecha la corrección salta a la vista otro problema: el enunciado mal construido implicaba dos ideas pero una oración, y esto también es un problema; al hacer el cambio seguimos teniendo dos ideas pero ahora ya tenemos dos oraciones. El punto y coma en parte lo resolvió, pero aún así es mejorable. Quizá sea deseable decir: cayó un avión y por ello murieron 103 personas.


La construcción causa-efecto queda totalmente explícita pues usamos un conector causal; además de que las dos oraciones permanecen suavemente engarzadas con ese nexo y no sobrepuestas, como ladrillos torpemente yuxtapuestos. En el anterior enunciado en que se usó incorrectamente el gerundio se muestra patente otro problema, más atroz, si es eso posible. Sobre todo, es más evidente en el siguiente enunciado en que aparecen dos gerundios incorrectamente usados; se trata de una línea entresacada de la declaración ministerial de Mario Aburto, asesino de Luis Donaldo Colosio: Fui empujado por una de las personas que se encontraba en ese lugar, logrando efectuar dos disparos con el arma de fuego que portaba, siendo detenido en esos momentos por una persona vestida de civil.


Como puede observarse, el enunciado es una oración que se alargó indebidamente. Se alargó en exceso una estructura muy sencilla (una oración simple) y se la atiborró de mucha información, por lo menos, tres ideas. Sin duda, el uso incorrecto del gerundio está relacionado con la lluvia de ideas. El gerundio mal usado provoca enunciados muy largos y desagradables, se obliga el que escribe a saltar de un tema al otro, y con ello le da una sensación de improvisación y oralidad a su escrito. Hablar no es escribir.






En efecto, la escritura es sucesiva, un elemento es primero y el otro después. El lenguaje oral tiende a la simultaneidad y el desorden. La escritura es orden, organización, reflexión, cuidado. Cuando se escribe, el que lo hace debe pensar con cuidado qué palabra pondrá después de que haya puesto la primera; y después de la segunda debe reflexionar cuál y por qué pondrá en tercer lugar. El anterior enunciado quedaría más o menos bien así: Fui empujado por unas personas que se encontraba junto a mí; a pesar de ello logré efectuar dos disparos con el arma de fuego que había conseguido prestada. Acto seguido esta persona, ayudada por otras dos que la acompañaban, me detuvieron; todos tres iban vestidos de civil, aunque después supe que eran militares.


Obsérvese que decir que alguien es empujado por una persona que se encontraba en el lugar es absurdo ¿ni modo que lo empujara un ausente? La idea es confusa e incompleta porque el que lee no sabe (y el que escribe no lo aclara) si el asesino es empujado por accidente, en medio de aquel tumulto o bien, intencionalmente, para tratar de evitar la acción criminal. El sujeto de la oración, al inicio del enunciado, es tácito (yo, Mario Aburto), pero a partir del primer gerundio se pierde el sujeto. Recuerde el lector que la condición de los verboides (el gerundio es un verbo sin desinencias personales, es decir que no sabemos quién realiza la acción) es que no señalan si yo, tú o él realizan la acción verbal, a diferencia de las formas personales del verbo (indicativo, subjuntivo e imperativo). Releamos: logrando efectuar dos disparos con el arma de fuego. Es evidente que la acción tanto la pudo realizar Mario Aburto como el militar vestido de civil que lo empujó.


Lo mismo sucede con la tercera idea del enunciado que también empieza con gerundio; se pierde el sujeto que realiza la acción (aunque podamos deducirlo, pero no se trata de si entendimos o no, sino de escribir bien), además de que aparece otro anacoluto: dice “siendo detenido en ese momento”. Pues ni modo que lo dejaran escapar, para detenerlo más tarde; lo que se quería decir es que se realizaron simultáneamente varias acciones. A esto agreguemos tres cosas que se dieron por entendidas y que nosotros hemos suplido en la propuesta de corrección, y por ello hemos tenido que adivinar un poco lo que se quería expresar.






Si el que escribe usa mal el gerundio y redacta como se habla, inevitablemente produce estos galimatías que acabamos de analizar. Sin duda, no podemos atribuir a Mario Aburto esta pobre redacción (quién sabe cómo escribirá él, de seguro mal) sino que es el evidente lenguaje de barandilla de los juzgados. La escritura de los abogados, la de los secretarios de juzgado y los legajos procesales suelen estar plagados de terribles descuidos escriturales; quizá lo que más afea este tipo de escritura legal sea el uso incorrecto del gerundio.


Un tercer uso incorrecto del gerundio tiene que ver con un determinado orden de precedencia. Veamos: Recibí una carta avisándome la muerte de mi gato. Lo correcto hubiera sido: Recibí una carta en la que se me avisa la muerte de mi gato. Como puede notarse, el uso absurdo en este caso es que se da la sensación de que primero se recibe el aviso y después se escribe el mensaje. Como ya dijimos, el gerundio (combinado con otro pretérito) debe indicar una acción que se inició más remotamente que la acción realizada por el otro verbo.


Un ejemplo en que el tiempo del gerundio sí está más alejado de nosotros (es decir, que lo usamos junto a otra de las formas de pretérito) es el siguiente: cuando bajé, los niños seguían jugando en los columpios. Obsérvese que la acción del gerundio es más remota que la de bajar.


En conclusión, el uso incorrecto del gerundio se puede resolver si reflexionamos cuando escribimos. Es una pésima decisión escribir movidos por la espontaneidad y el impulso. Cuando tengamos dudas de si lo hemos usado correctamente, mejor es que lo cambiemos por el verbo en indicativo o subjuntivo que le corresponda y, también, es necesario resolver muchos ejercicios para que nuestro oído se vaya acostumbrando a detectar cuándo está bien puesto y cuándo no. Para manejar un automóvil sin provocar un accidente no hay otra posibilidad que practicar la conducción una y otra vez; guardadas las proporciones, con el gerundio pasa algo similar.



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*Doctor en literatura española. Imparte clases en la carrera de Letras Hispánicas en la U de G, Cusur. ramon.moreno@cusur.udg.mx





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