Homero
Aguirre Enríquez
El
viernes de esta semana los diarios mexicanos publicaron titulares
como estos: “Dolor y miedo en funerales de jóvenes secuestrados”
… “Bloqueos, persecuciones y balaceras ponen en alerta a
habitantes de Reynosa, Tamaulipas” … “Del desafío del Estado
al narcoestado” (El Universal). “Desaparecen 3 jóvenes en
Jalisco cuando salían de trabajar” (El Heraldo). “Grupo armado
mata a dos migrantes en cerro de Cuchumá, en BC” (La Jornada).
“Encuentran 45 cuerpos en fosa clandestina de Tacámbaro,
Michoacán” (El Sol de México)”. “En dos años mil 134 fosas
clandestinas” (Diario MAS). Con todo el horror que se trasmina de
los hechos violentos a las palabras e imágenes, las portadas de los
diarios nacionales y locales son, para los sobrevivientes, para los
familiares y amigos de las víctimas, apenas “reflejo mustio del
horror que padecieron en la vida real”, como dijo García Márquez
en su estremecedor libro “Noticias de un secuestro”, escrito a
finales de los años 90 para narrar la violencia en Colombia que, en
ese entonces, nos parecía aún muy lejana a la realidad de
México.
Esos hechos publicados en los medios, más las
abultadas cifras de delitos, son evidencias de que agoniza el sexenio
de Andrés Manuel López Obrador y su gobierno no avanzó ni un
milímetro en cortar las raíces de la delincuencia, como prometió
en la clamorosa campaña que lo llevó a ocupar la silla presidencial
hace más de 5 años, arropado por un pueblo harto de la pobreza y la
inseguridad sufridas bajo el mando de la clase política tradicional,
una buena parte de la cual, sin que ese mismo pueblo lo notara, se
subió al carro de la victoria al que los invitó el ahora presidente
porque de lo que se trataba era de sumar votos a toda costa para que
Morena llegara al poder.
No hay para dónde hacerse, el
imparable número de asesinados, desaparecidos y heridos en el
sexenio, que tienen su correlato en las historias trágicas que todos
los días recogen la prensa y las redes sociales, hablan de un México
cada vez más convulsionado por el negocio multinacional del crimen,
cuyas raíces económicas y sociales en el territorio nacional
prometió cortar el candidato AMLO… y que no pudo o no quiso cortar
como presidente.
Este desbordamiento del crimen a niveles
nunca vistos es otra arista, trágica y muy dolorosa, del camino
equivocado que se tomó para dirigir al país, prometiendo que se
acabaría con la pobreza, una de las variables de las que se nutre la
delincuencia. Y es que eliminar, o por lo menos debilitar, las raíces
sociales de la delincuencia, que no es simplemente una serie de actos
violentos aparentemente irracionales, sino parte estructural de un
gigantesco negocio multinacional de tráfico de drogas y personas
hacia los grandes países consumidores (destacadamente a Estados
Unidos), así como de otros negocios colaterales que en conjunto
alcanzan un flujo financiero de alrededor de 90 mil millones de
dólares anuales tan solo en el Continente Americano
(elperiodico.com, 9 de septiembre 2020), no puede lograrse
simplemente con algunos programas para entregar dinero a ciertos
sectores de la población a los que así se mantendrá como votantes
cautivos pero igualmente pobres, sino que requiere una nueva política
económica que intervenga profundamente en la vida económica del
país y equilibre la distribución del ingreso entre los mexicanos,
una de las más inequitativas del planeta, así como una política
eficaz de investigación de los crímenes y castigo a los
delincuentes.
Pero en lo que va del sexenio ni se impulsó
una reforma fiscal progresiva para que los multimillonarios aportaran
más a las finanzas y con eso se mejoraran todos los aspectos de la
vida de los más pobres y marginados; ni se combatió el desempleo ni
mejoraron los salarios en serio; ni se elaboró un plan de ejecución
del gasto público dedicado a abatir los indicadores más graves de
deterioro de las condiciones de vida de la gente. Morena no cortó
las raíces de la delincuencia, no lo intentó siquiera, lo que
provocó que la violencia se adueñara aún más del territorio y
escalara a los primeros lugares mundiales. “México es el tercer
país con el mayor índice de criminalidad en el mundo, reveló
estudio. A tres años de que la pandemia por COVID-19 reconfiguró el
mercado del narcotráfico a nivel mundial, México se ha posicionado
como el tercer país con los mayores índices de criminalidad, según
reveló el informe Global Organized Crime Index 2023 desarrollado por
Global Initiative”. (Infobae, 29 de septiembre de 2023).
Y aquí estamos millones de mexicanos, inermes ante la violencia, con
la pobreza lacerando a millones, obligando a muchos a migrar y a
otros a delinquir, a la vez que presenciando la gigantesca operación
de Morena, financiada con recursos públicos, para volver a quedarse
con la Presidencia de la República. Pero nada cambiará. Desde ahora
no se cansan de decir que harán exactamente lo mismo que hicieron en
el actual sexenio: ejecutar programas para ganar elecciones, aunque
perdure la pobreza y México se colapse a mediano plazo. Basta un
dato esencial para probar que no habrá ningún giro en su política
al servicio de los que más tienen: para mantener la unidad con
poderosos grupos económicos que le han dado respaldo al gobierno
morenista a cambio de manga ancha para hacer negocios, la futura
candidata a la Presidencia, Claudia Sheinbaum, descartó un aumento
de impuestos si es elegida en 2024, preferirá endeudar al país si
los apuros económicos se vuelven insoportables para garantizar
lealtades electorales. Así pues, seguirán creciendo la
delincuencia, el empobrecimiento brutal, la migración, el deterioro
y estancamiento general del país, mientras no ocurra una conmoción
social que obligue a un cambio de clase en el poder.
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