Dra. Sandra Gómez
Estimado lector, en mi quehacer docente me encuentro con alumnos quienes me dicen que la ortografía no es importante, déjeme decirle que es tan importante como nuestros pensamientos, el correcto uso de las palabras teje las ideas. Tener claridad mental, es parte del proceso sanador, utilizar adecuadamente el vocabulario y ampliarlo ayuda a mitigar las pérdidas, no todo está perdido cuando nos hablamos “bonito” y para ello los sinónimos hacen su aporte.
En el presente escrito les comparto ideas para reflexionar sobre el tema de “la muerte digna”, en el artículo anterior escribí sobre las tareas fundamentales del duelo, hoy me centro en “la muerte en vida”; por ejemplo, cuando se tiene un diagnóstico de muerte terminal, o cuando se vive con alguna discapacidad física o intelectual. Las discapacidades en el núcleo familiar afectan la dinámica de ese hogar, únicamente quien la vivencia puede determinar la cantidad de estrés que el suceso le genera y con ello cuan profundo es ese dolor y cuánto sufrimiento nos vamos a permitir a nivel personal (si eres el enfermo) o a nivel cuidador.
El
mundo de las discapacidades es tan amplio que debe ser revisado caso
por caso, luego entonces las capacidades de aprendizaje no deben
darse por perdidas. Nunca creas que no puede aprender y menos aún
creas que, no es capaz de obtener un grado de autonomía. Aprender
del mundo NEE (Necesidades Educativas Especiales), te sensibiliza, te
hace reflexionar sobre la forma de vivir del otro y las necesidades
adaptativas de su círculo cercano.
La frase: “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido”;
debería ser: “Siempre supe lo que tenía, pero jamás pensé que
lo perdería”. Aplica
para la vida misma y la salud integral (pérdida de las facultades
físicas o mentales).
Un perdido es quien va sin rumbo
mientras una pérdida es, una emoción real o imaginaria que alienta
sentimientos de desesperanza y tristeza. El proceso del DUELO, debe
encontrar una dirección segura, que le ofrezca al doliente certeza,
paz interior y amor propio.
Un perdido se presenta siempre
como víctima,
culpa a otros de sus emociones, es un “disco
duro lleno de pretextos”.
En cambio, quien asume el control de sí mismo, aprende en el camino
a gestionar sus emociones y de manera intencional transita su dolor
con prospectiva, visualiza crecer, toma acciones y acepta desafíos,
por ejemplo: cuidar de sí mismo o cuidar a otro sin
sufrir.
Encontrarle
un sentido a la pérdida es el primer paso hacia enfrentar el desafío
de “la soledad”. La
soledad es el estado ideal para encontrarnos y amarnos a nosotros
mismos.
Si bien es cierto que como seres humanos necesitamos de otros para
desarrollarnos en la primera infancia, esto cambia en la medida que
alcanzamos la autonomía. Si recordamos a Erickson en sus etapas del
desarrollo psicosocial, la propia naturaleza nos encamina hacia la
“soledad” en donde encontramos la autorrealización. En el caso
de los padres o cuidadores primarios, nuestras acciones deben
encaminar al paciente hacia la autonomía.
Hay quienes se
pierden con las pérdidas. Esto no pasaría si trabajáramos en
nuestro yo interno hasta encontrar el equilibrio con el YO-SOCIAL,
esa pantalla que presentamos, debe ser congruente con quienes somos
al interior. En
consulta,
al hacer el interrogatorio puedo detectar signos de alerta que me
indican que el paciente puede tener depresión, por ejemplo: cuando
la persona consume alcohol, drogas y/o tiene problemas laborales o
económicos, cambios recurrentes en las relaciones sentimentales;
todos ellos son rasgos asociados a estrés agudo que en muchas
ocasiones le condicionan a vivir con dolor permanente. Las acciones
descritas son con frecuencia, conductas resultantes de baja
autoestima; es decir, en muchos casos los pacientes descritos deciden
evadir la realidad (perderse) y utilizan paliativos para calmar el
dolor.
Las herramientas que te da una lectura o un mentor, no
son la clave del éxito, lo que de verdad resulta es poner en
practica cada nueva técnica o estrategia que conozca, y no hace
falta que aprendas muchas, pero sí, por lo menos en una de estas
acciones, se debe tener el nivel de experto. A continuación, le
presento algunos ejemplos: Para la mayoría de mis pacientes, el
escribir
para sí mismos, y releer les funciona; esta es la primer TAREA que
les dejo; este pequeño ejercicio libera la mente de presión, y
ayuda con el estrés agudo. La segunda TAREA es hacer algo por
nuestro cuerpo, por ejemplo, hacer ejercicio,
como mínimo caminar 20 minutos, realizarlos al aire libre, sin
audífonos, “desconectarse”; bañarse
con frecuencia y disfrutar del correr del agua permitiéndole sentir;
asimismo, funciona ejecutar y recibir masajes corporales. La tercer
TAREA es aprender a llevar la atención al presente, este es sin duda
el ejercicio que más tiempo les lleva habituar, está en juego
aprender a manejar de manera voluntaria en donde poner nuestra
energía (foco). Aléjate de las noticias, de las canciones con
mensajes que te desvaloran, aléjate de las novelas que te hacen
llorar. Presta atención a mensajes plausibles. Las tareas anteriores
son muy genéricas; con mis pacientes ha funcionado el 100% de las
ocasiones, sin embargo, no he atendido a el 100% de la población…así
que ¡Usted tiene la última palabra!, elegir llevarlas a la práctica
o no. Recuerda cuidar la información que entra a través de tus
sentidos (lo que veo, lo que escucho, lo que me digo
internamente).
Cualquier discurso que le demos al “doliente”
queda únicamente en eso, porque no conocemos su mundo interno, es
decir su manera única de manejo del dolor, desconocemos las
destrezas y habilidades internalizadas que le ayuden a pasar del
SCHOK a la acción. No juzguemos y demos seguimiento, las
aproximaciones sucesivas funcionan.
Por otra parte, y no menos
importante a considerar es conocer que el manejo de la atención es
una habilidad que se trabaja diariamente, y en el marco del “duelo
= dolor agudo” tiene picos que deben
ser supervisados por alguien que trabaje el tema; los particularmente
cualificados son los TANATÓLOGOS.
El objetivo fundamental de
la tanatología es HUMANIZAR el proceso de la muerte y el duelo,
proporcionar al enfermo y a la familia el apoyo emocional necesario
para transitar su camino. La filosofía de un tanatólogo es trabajar
con la familia el respeto, cariño, y comprensión por el “paciente”
a la vez que se conserve su dignidad. La muerte digna incluye una
atención adecuada que preserve la calidad de vida, permitir que
muera rodeado de gente cariñosa, respetar y darle gusto al paciente
sin alimentar expectativas falsas.
En conclusión, cuidemos
lo que entra por nuestros sentidos (inputs), hablarnos bonito,
implica saber qué, cómo y cuándo decirlo, tener un amplio
vocabulario definitivamente ayuda.
La mentira no es opción, dar expectativas falsas no está permitido;
sin embargo, hay que sensibilizarnos ante el “dolor
ajeno”;
centrarnos en lo que sí podemos hacer por esa persona amada, ofrecer
CALIDAD DE VIDA, decirle una y otra vez, lo que representa para
nosotros,
¡que lo escuche ahora mismo!,
en el caso de no ser esto posible, escríbale una carta, cuéntele lo
que ha representado para usted, el mero ejercicio de escribirla es
una liberación emocional.
Hasta la próxima Historia de vida. Comente y comparta.
Dra. Sandra Gómez mde966@gmail.com
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