Fernando G. Castolo
Producto del más puro sincretismo experimentado al arribo de los peninsulares, el platillo reúne la materia prima de los ingredientes gastronómicos que se fusionaron para dar origen a un novedoso recetario criollo que hoy en día se encuentra reconocido por la UNESCO.
Sí, la cocina tradicional mexicana es Patrimonio Cultural de la Humanidad. La esencia de este platillo zapotlense es el pan de trigo, un ingrediente netamente europeo, acompañado de una serie de verduras como la zanahoria, la col, el garbanzo y otras más, según sea el gusto de cada cual (algunos le agregan elote, chícharo y papa).
La gallina también interviene en dos versiones: su carne y el caldo de su cocción. Igualmente se le agrega un poco de chorizo y huevo duro; todo acomodado en capas dentro de una cazuela de barro, forrada de tortillas (para evitar que se pegue).
Se introduce en el horno y los aromas no se hacen esperar. Claro que el platillo en sí resulta muy pesado para los actuales comensales, dado que la nueva dieta de los zapotlenses, generalmente, es más ligera en muchos sentidos, empezando por los carbohidratos.
A mí me agrada degustarla con queso seco espolvoreado encima. Es un verdadero placer al paladar. Muchos la llegan a relacionar como una especie de capirotada salada; su parte antagónica. La Sopa de Pan del Indio yo la conocí como comida obligada en los encendidos a la Santa Cruz de mi barrio, hace muchos años. Hoy en día son pocas las manos que saben preparar una buena Sopa de Pan del Indio, aunado a que su elaboración es compleja y tardada; por eso celebro que todavía perviva en muy escasas cocinas.
Zapotlán aún guarda en sus entrañas estas delicias gastronómicas que nos recuerdan nuestra orgullosa herencia ancestral.
Historiador e investigador.
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