Teófilo Flores Luna
En los días
que corren, los medios de comunicación y las redes sociales
resaltaron el lamentable hecho de la desaparición forzada de cinco
jóvenes originarios de uno de los municipios de los altos de
Jalisco. La constante frecuencia con que pasan estos casos nos ha
acostumbrado a ver estos lamentables acontecimientos como algo común
desde hace varios años ya, tan común como cuando se abren las
puertas de las farmacias a las 8:00 horas todas las mañanas. La
gente pasa desapercibida de este hecho; poco le importa cuantas
farmacias hay en la ciudad y a que horas atienden a sus clientes. Así
de comunes se han hecho en nuestra sociedad los acontecimientos
delictivos.
Se percibe en el ánimo de la gente indignación,
desaprobación y coraje, se crea en la comunidad local la idea de que
solo aquí donde vivimos pasan estas lamentables cosas, que es algo
fortuito y casual, la gente ya no se pregunta si hay alguna razón
que explique por qué se dan estos casos en nuestra sociedad. Es
lamentable que la gente se quede con la idea de que esta situación
de inseguridad solo existe aquí en el Estado de Jalisco.
No
hacemos panegíricos ni mucho menos nos es indiferente la situación
de inseguridad en que vivimos, una situación que cada día que pasa
se hace más evidente e intolerable, porque sucede en todas las
ciudades que alguna relevancia tienen en nuestro país.
Como
afirmo líneas arriba, ya son comunes estas desapariciones forzadas
en todo nuestro país. Estoy seguro de que no es mi percepción la
que crea esta idea en mi cabeza, o alguien crea que tengo el afán de
hacer menos el “colosal esfuerzo” que hace el presidente y los
integrantes de su gabinete para brindar bienestar a los mexicanos. La
idea que tengo de la situación que hoy vivimos es solamente un
reflejo exacto de la realidad que todo mundo, le guste o no, hoy
vive.
Si los jaliscienses hoy le damos particular importancia y
nos inquieta conocer la suerte de estos cinco infaustos jóvenes, es
simplemente porque en esta ocasión sucedieron muy cerca del lugar
donde habitualmente vivimos y trabajamos.
Vale entonces
cuestionar: ¿A quién responsabilizamos de esta lamentable situación
social que en estos días alcanza ya niveles intolerables? ¿Quién o
quiénes son los responsables de superar esta situación para bien de
todos los mexicanos?
En su momento los responsables y dirigentes
de la organización a la que pertenezco, y yo estoy de acuerdo con
ellos, nos explicaron detenidamente y con mucha paciencia, para que
nos quedara muy claro que, la política social que al inicio de la
carrera por la presidencia enarboló el peje y que se propuso
ejecutar al llegar a la presidencia, era solo para convencer a
incautos para que votaran por él; que una vez como presidente, solo
se iba a demostrar su inviabilidad para hacer frente a la compleja
situación social que caracteriza a nuestro país.
Ahora, en el
ocaso del periodo para el que fue electo el anteriormente flamante
“candidato de la oposición”, nadie, ni él ni los integrantes de
su gabinete, informan objetivamente por qué el bienestar social está
completamente deteriorado. Tampoco hay la capacidad autocritica para
aceptar; o que no conocían las dimensiones reales de los problemas
sociales que se propuso solucionar, o que simplemente se equivocó al
creer que los problemas económicos y sociales de nuestro país se
podían resolver solo pidiendo que levantaran la mano los pocos
asistentes de los muchos mítines que aún organiza, para manifestar
si están de acuerdo o no con alguna propuesta o toma de decisión
que en ese momento se le ocurría.
La pobreza, la desigualdad y
la inseguridad, son consecuencias directas de la fallida política
social que implementa la actual administración federal. No tenemos
la verdad agarrada de las orejas, por decirlo como se expresa
coloquialmente el pueblo, es solo que la experiencia de los otros 195
países que hay en el mundo, en ningún momento de su historia
registraron que, cuando algunos de ellos se propusieron resolver
estos mismos problemas que hoy padecemos, lo hayan hecho
implementando la errática política económica y social que en estos
momentos se implementa en México.
No es sensato creer que el
programa social estrella de este sexenio; la “ayuda económica
directa” que atiende solo un 8% de la población mexicana,
garantice y mejore la situación de los mexicanos que viven en
situación de pobreza. Los datos estadísticos oficiales más
conservadores registran un 43.9%; 55.7 millones de personas viven en
situación de pobreza en nuestro país.
Ahora bien; ¿Nada
tendrá que ver el incremento de la violencia y la proliferación de
grupos delictivos de todo tipo, con el propósito de castrar la
calidad del proceso educativo de nuestros jóvenes estudiantes?
Iniciaron suprimiendo de los planes de estudio en el nivel medio
superior la enseñanza de la economía política y la filosofía,
ahora limitan la enseñanza de las ciencias exactas en el nivel
básico. No se nos olvide que todas estas acciones están enfocadas
para aplicarse en las escuelas donde asisten los hijos de los
trabajadores; las escuelas públicas.
No siendo suficiente lo
anterior, ahora se suma todo el relajo que se ha creado en torno a la
distribución de los libros de texto gratuitos en las escuelas
primarias, porque los responsables de la 4T encargados de su
elaboración, no cumplieron puntualmente con la normatividad y los
protocolos para su correcta elaboración.
No nos sorprendamos
entonces que a diario nos enteremos que las víctimas de la
inseguridad se sigan incrementando.
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