Dra. Sandra Gómez
Estimado lector, le invito a reflexionar sobre el tema del duelo. A lo largo de nuestra vida, tarde o temprano nos enfrentaremos con las perdidas; tener las habilidades para reconocer las señales físicas que tienen como raíz la aflicción, son fundamentales para tomar acción y auxiliarnos en tiempo y forma con las indicaciones de nuestro médico de cabecera. En algunas ocasiones la dimensión psicológica nos conduce a “dolencias” que se interpretan como enfermedades y se atienden únicamente los “síntomas” sin cuestionarnos el ORIGEN de ese malestar. En este escrito hare mención de algunos síntomas que se presentan dentro del proceso del duelo, con la intención de orientarle a que busque ayuda oportuna.
“El bien vivir”, requiere de reconocer la existencia del “bien morir”, mi padre me dijo que: “uno se hace viejo cuando abandona sus ilusiones, se tiene 7 o 70 pero siempre un mismo corazón…”
El duelo, de cualquier tipo (perdida humana, de salud o material) nos invita a reflexionar. Debemos preguntarnos cuales de los factores de riesgo estamos experimentando al momento de recibir la NOTICIA de la perdida, cual es el origen del estrés “agudo”. Los síntomas y las causas de la depresión pueden variar de una persona a otra. Entiéndase Depresión como una enfermedad mental que interfiriere con la vida cotidiana de la persona. Puede causar sentimientos graves y duraderos de tristeza, unidos a pérdida del interés por actividades que antes disfrutaba, en general un sentimiento de no tener esperanza.
La primera alarma es: ¿has abandonado tus ilusiones?; si tu respuesta es afirmativa, debes seguir leyendo.
El bien vivir requiere de hacernos cargo de nuestro cuerpo físico y espiritual; en esta ocasión me centrare en lo externo. Apreciado lector, lo primero que observo con mis pacientes al ingresar al consultorio es su aspecto físico que incluye su apariencia (forma de vestir). Debemos recordar que nuestro cuerpo es resultado de las decisiones que hemos tomado al paso de nuestra trayectoria de vida. Considero un acto de gratitud mantenerlo en “buen estado” a través del respeto del mismo, algunas pautas que demuestran ese compromiso son: hacer ejercicio de manera regular, alimentarse de acuerdo a las pautas de nutrición que correspondan, dormir adecuadamente sumado a la pulcritud al vestir y la higiene en general (uñas, cabello, etc.). La segunda observación se centra en sus expresiones orales sumadas a el lenguaje corporal. Escuchar, escuchar, escuchar… hacerle saber al paciente que debe “darse permiso para sentirse mal, necesitado, vulnerable y triste”. El paciente debe expresar sus emociones y aceptar el duelo como un proceso en construcción indeterminado. Las expresiones verbales son consecuencia directa de sus pensamientos y esa voz interior (inconsciente) le habla al paciente muchas veces más que su conciencia. El lenguaje corporal no puede ser burlado, así que observarlo con atención y buscar eso que nuestra boca calla y el cuerpo no puede.
La muerte de un ser muy querido es sin duda una de las experiencias más estresantes, y como hemos citado anteriormente, las reacciones de cada individuo varían, por género, cultura, y el vínculo afectivo (apego).
Algunas molestias físicas que podemos relacionar al proceso del duelo son: sequedad en la boca; dolor o sensación de vacío en el estómago; alteraciones del hábito intestinal; pérdida del apetito; pérdida de peso; opresión en el pecho; dificultad en la respiración; hipersensibilidad a los ruidos; mareos; falta de energía; tensión muscular; alteraciones del sueño. Debe recordarse que el ESTRÉS se encuentra relacionado con la vulnerabilidad para presentar enfermedades. En otras palabras, aun cuando estas molestias físicas son reales, su origen tiene su raíz en la mente de la persona angustiada. Así que deben atenderse ambos frentes, el físico y el emocional para poder darle una solución a largo plazo.
El SHOCK, es decir nuestra primera reacción ante la noticia es un mecanismo de protección de nuestro cerebro, el cerebro primitivo solo tiene dos vertientes: enfrentar o huir. El siguiente paso la asimilación, se acompaña de esta dimensión física, nuestro cuerpo reacciona en busca del equilibrio. Le sigue la fase de la desorganización y desesperación, es acompañada de los malestares físicos y el sentimiento de tristeza profunda, que puede presentarse con excesos de llanto incontrolado unido a un coctel mental de: apatía, tristeza y desinterés. La última fase del duelo se le llama reorganización, en esta se ponen a prueba TODOS LOS RECURSOS DE LA PERSONA y se comienzan a establecer nuevos y distintos vínculos.
La forma individual del manejo del dolor, esta íntimamente relacionada con los recursos de apoyo de la persona; por ejemplo, tener lazos fuertes con la familia, ser una persona preparada emocionalmente (con inteligencia emocional), la fe (sus creencias religiosas), la personalidad, es decir su propia estructura que maneja su mundo interno y externo. De acuerdo con Freud: “cuando se pierde afectivamente algo o alguien significativo, se pierde una parte del yo, del mundo interno, de la estructura personal”.
En conclusión, no permitas que tu dolor te lleve a una depresión; eres prioridad debes atenderte, dejarte ayudar, saberte vulnerable, expresar tus sentimientos; todas estas son herramientas que deben ser usadas en el proceso del duelo. No pierdas tus ilusiones, recuerda que las manifestaciones de tu cuerpo no son universales, no son generalizadas, el manejo del agobio se encuentra mediado por la sociedad y la cultura. ¡No te compares con nadie!, pero sí, aprende a reconocer las señales y atiéndete; recuerda que tú eres responsable de tu salud física y emocional, crecer es el resultado de nuestra decisión de enfrentar o huir del dolor generado por la perdida.
Hasta la próxima historia de vida, comenta y comparte para crecer nuestra comunidad de lectores.
Dra. Sandra Gómez. mde966@gmail.com
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