Dra. Sandra Gómez
Estimado lector, en el presente escrito encontraras herramientas para transitar tu duelo. Te invito a reflexionar sobre las cuatro tareas fundamentales que debes franquear para cerrar tu ciclo y reencontrar tu equilibrio entre la mente consciente e inconsciente, las emociones y la salud física.
El duelo se debe ver como un PROCESO, que busca atravesar el dolor inmenso generado por una pérdida significativa de algo o alguien cuyo valor simbólico real o imaginario nos saca del equilibrio, consciente o no, para quien “lo pierde”; por ejemplo: Las pérdidas materiales: pertenencias y objetos, trabajo (ingresos); perdidas emocionales como rupturas de pareja o amistades; perdidas relacionadas con la trayectoria vivida (etapas del desarrollo Erickson).
En esta ocasión nos centraremos en la pérdida
real de una persona y complementaremos con ejercicios que te ayuden
en el proceso. TAREA
#1. Aceptar la
realidad de la perdida; TAREA
#2. Expresar la
emociones y el dolor; TAREA
#3. Adaptarse a un
medio en el que el ser querido.
Si no se aprende a asimilar los
sufrimientos de las perdidas, el estrés generado en el doliente,
dinamita las emociones y ENFERMA LA MENTE que a su vez se refleja en
el cuerpo; esto es sin duda un “desequilibrio
vital”. El único
capaz de eliminar nuestro sufrimiento es “nuestro
propio yo”, a través
de acciones concretas como enfrentarnos al sufrimiento, previo
reconocimiento de su existencia y encaminarnos a superarlo. Esto es
lo que se conoce como la tarea #1. Aceptar el hecho de que la
apersona está muerta (sin retorno). Esta parte del proceso está
vinculada con la cultura, si por ejemplo se ha tratado la muerte como
un tabú, “el
doliente” tendrá
pocas o nulas herramientas para aceptar la realidad. Los sentimientos
de soledad, abandono, miedo e impotencia enfermaran la mente; en
contraparte de a quien se le ha enseñado que la persona fallecida
sigue a nuestro lado, sin cuerpo, pero presente.
Algunos
estudios científicos abalan que el hablar de los sentimientos tiene
una función terapéutica, aquí, lo importante es “saber con quién
hablarlo”, ¡no todos son buenos escuchas! Poder
expresar, decir el propio sufrimiento es un paso hacia la superación
del duelo. Esto es
parte de la tarea #2; además de verbalizarlo,
también es útil, escribirlo,
tener una libreta de “memorias”
con las vivencias mayormente significativas con el fallecido. Vivir
de nuevo a través de videos, también es útil, te permite reconocer
y reconocerte con esa persona amada; escuchar música que ambos
compartían (…), ¡recordar
es volver a vivir!,
compartir imágenes (fotografías), revisarlas una y otra vez, y
permitirte llorar al verlas, esto te desahoga y libera presión
emocional. Todas las personas de manera instintiva desarrollamos
vínculos, somos seres sociables y en cada etapa de nuestra vida
tenemos apegos. El mantenimiento del vínculo se refuerza por los
sentimientos de seguridad y dicha que nos generan. Desde luego estos
estados de ánimo se transforman, aun cuando algunas figuras son
constantes (generalmente la madre), otras se van permutando en el
tiempo. Estos aspectos de naturaleza cambiantes, constituyen la tarea
#3. Nuestro ser amado está ausente físicamente, es irremplazable,
pero se abre el corazón y la razón para dejar entrar nuevas
personas significativas en nuestra vida. Algunas veces son por
ejemplo los nietos, que compartimos con nuestro esposo, las amistades
que nos acompañaron en el trayecto, entre otros nuevos ángeles
presenciales en momentos de crisis, a algunos de estos les llamamos
amigos, hermanos, primos, compadres, etc.
Como cuarta tarea,
se encuentra el cierre; esta tarea implica darle un nuevo espacio
emocional a nuestro amado fallecido, implica darnos el permiso de
sentirnos mal y decidir
ser felices. Encontrar
un nuevo propósito en lo individual, reconstruir nuestro proyecto de
vida con su ausencia física; reconocer el dolor de la ausencia y
aceptar lo irreversible, confiar en nuestros recursos (instintos),
trabajar la tolerancia, la paciencia y el amor por nosotros mismos.
Es decir, seguir nuestro camino, a sabiendas de que esa presencia
física no la veremos, pero sí estará ahí entre nuestros
recuerdos. En conclusión, nuestro cuerpo refleja lo que nuestra
mente crea, nuestra mente se alimenta de las historias que le
contamos, los recuerdos que elegimos para hilar nuestra historia de
vida son adecuados o no, dependiendo del impacto que nos generan, es
decir selecciona tus pensamientos y nútrete de los “buenos
momentos” que compartiste. Revisa constantemente tu libreta y
escribe nuevas memorias, platica con tu ser amado, permítete
sentirle y llega a tu equilibrio; recuerda que: seguir
nuestra vida de manera feliz, no es olvidar. Aprende
una nueva forma de vivir positivamente, abre los ojos a nuevas
oportunidades que seguramente se están presentando.
Hasta la
siguiente Historia de vida, comenta y comparte.
Dra. Sandra Gómez. mde966@gmail.com
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